1962-1966



Joaquín Balaguer pidió asilo político en Nunciatura Apostólica


Juan Francisco Matos Espinosa
Noticias Barahona

Diez meses después del ajusticiamiento de Rafael Leonidas Trujillo, Balaguer, uno de sus principales colaboradores, marchó al exilio

El pasado 12 de marzo se cumplieron los cincuenta años de que el doctor Joaquín Balaguer saliera al exilio en Puerto Rico, luego de permanecer durante casi dos meses refugiado en la Nunciatura Apostólica, en la Máximo Gómez esquina César Nicolás Penson, próximo a su residencia.

El gobierno de turno, el Consejo de Estado presidido por el licenciado Rafael F. Bonelly, tomó la decisión de permitir la salida del ex presidente Balaguer, no obstante la férrea oposición del partido Unión Cívica Nacional (UCN), cuyos dirigentes postulaban que fuera sometido a la justicia.

El exmandatario viajó acompañado de su secretario, Rafael Bello Andino y del doctor Eudoro Sánchez y Sánchez. El chofer que condujo la comitiva hasta el aeropuerto Las Américas, entonces Punta Caucedo, fue Juan Ayala, quien laboraba en el departamento de ingeniería de la Secretaría de Agricultura, donde fue enviado luego de la clausura del Partido Dominicano, donde laboró por varios años.

Ayala era un ferviente seguidor de Balaguer y en reconocimiento e identidad con esa pasión los familiares y colaboradores más cercanos lo prefirieron para que trasladara al político hasta su salida al exilio.

“Dotoi Balaguer, tese tranquilo, que pronto ute vuelve a sei presidente”, expresó Ayala al ex presidente desde que se encontraron en los pasillos de la sede diplomática. Y al despedirlo en el avión, Ayala volvió y le repitió: “Üté ei hombre que entiende a este pueblo, y por eso pronto lo vamo a tenei en la Presidencia”.

La profecía del chofer cibaeño se convirtió en realidad y cuatro años después el líder reformista retornó al poder luego de ganar las elecciones del primero de junio de 1966. Desde que asumió la posición, Balaguer encargó a Bello localizar a Ayala en la Secretaria de Agricultura.

Bello reparó al Presidente que el chofer “no es ingeniero agrónomo” y Balaguer le ripostó: “Yo no le he dicho que es ingeniero… he recomendado que lo nombre Subsecretario de la Presidencia”.

La salida de Balaguer al exilio se derivó de la más profunda crisis política registrada seis meses después del ajusticiamiento de Trujillo, cuando a fines de noviembre de 1961 se decretó una huelga general contra el Gobierno, que durante once días mantuvo paralizado al país.

Después de múltiples conversaciones y de complacer exigencias de la UCN se acordó formar un Consejo de Estado presidido por Balaguer y compuesto, además, por el licenciado Bonelly, primer vicepresidente; Dr. Eduardo Read Barreras, segundo vice, y como miembros el Dr. Nicolás Pichardo, monseñor Eliseo Pérez Sánchez, Antonio Imbert Barreras y Luis Amiama Tió.

El consejo, que tenía funciones ejecutivas y legislativas, inició sus funciones el primero de enero de l962, pero dos semanas después, el 16 de enero, el cuerpo colegiado fue depuesto por el general Pedro Rodríguez Echavarría, que era el secretario de las Fuerzas Armadas.

En su lugar y por recomendaciones de Balaguer, fue constituida una Junta Cívico-Militar, que se posesionó el 17 de enero del mismo año.

La integraban Huberto Bogaert, como presidente, y los miembros Armando Oscar Pacheco, Imbert Barreras, Amiama Tió y los oficiales de las Fuerzas Armadas Enrique Valdez Vidaurre, Wilfredo Medina Natalio y Neit Nivar Seijas.

En la juramentación de la junta balaguerista acopio de la frase de un legendario líder político colombiano “Más vale un

presidente muerto, que un presidente fugitivo”.

Pero al día siguiente, la junta de Bogaert fue derrocada y oficiales del Ejército redujeron a prisión a Rodríguez Echavarría y repusieron al Consejo de Estado, sin el Dr. Balaguer.

El licenciado Bonelly asumió la Presidencia de la República y el doctor Donald Reid Cabral fue integrado a formar parte del nuevo organismo.

El Consejo concentró su trabajo en la organización del país para la celebración de las elecciones generales fijadas para el 20 de diciembre de 1962, que fueron ganadas por el profesor Juan Bosch y su Partido Revolucionario Dominicano.



*******************************************************************************************************************





Juan Bosch y el PLD derrotaron a Viriato Fiallo y la UCN

hoy.com.do


La historia electoral post Trujillo tuvo en su comienzo como punto culminante el 20 de diciembre de 1962, cuando los dominicanos adultos concurrieron a las urnas para elegir de manera democrática al Presidente de la República. El período electoral transcurrió con las tensiones propias de una sociedad que salía de una dictadura de más de 30 años. La Presidencia de la República fue ganada por el profesor Juan Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano, con el 59% de los votos. En segundo lugar quedó Viriato Fiallo y Unión Cívica Nacional, con el 30%.

Los votantes.  La JCE, en los datos del 62, reporta que se emitieron 1,054,944 millones de votos válidos,  pero no establece el total de inscritos en el padrón electoral. La población del país ascendía entonces a 3.2 millones.

La década de 1960 representó para la República Dominicana la transición democrática, el cambio, a sangre y fuego, de un modelo tiránico por un esquema de respeto a las libertades públicas que se consiguió tortuosa y lentamente.

Tres hechos abrieron esa trinchera: el asesinato del dictador Rafael Leonidas Trujillo, el 30 de mayo de 1961; las primeras elecciones libres, el 20 de diciembre de 1962, y la Revolución de Abril de 1965, hazaña con la que se pretendía reponer al depuesto presidente legítimamente electo en los comicios citados.

Pero para llegar a las elecciones del 62, en las  que concurrieron ocho organizaciones en vez del omnipresente y trujillista Partido Dominicano, la sociedad de entonces tuvo que vencer los obstáculos impuestos por los remanentes de la tiranía.

Con la caída del régimen, en 1961,  el Estado quedó en manos de Joaquín Balaguer, a la sazón presidente de la República desde el tres de agosto de 1960, cuando sustituyó a Héctor Bienvenido Trujillo, hermano del dictador.

Lo que ocurrió a partir de la muerte de Trujillo se traduce en dos palabras: inestabilidad política.
No era para menos. La familia Trujillo hacía esfuerzos por permanecer en el poder a través de sus marionetas, mientras la reacción popular se encaminaba a borrar las huellas físicas del régimen desmantelando estatuas, tarjas o saqueando el patrimonio de quien convirtió al país en su feudo.
La ira social se manifestó a través de las denominadas turbas que clamaban justicia, y que luego se convirtieron en bandas de asaltantes, según publicó en un análisis en la Revista Ahora, el periodista Juan José Ayuso.

La permanencia de los familiares de Trujillo mantuvo prendida la llama del descontento. Con la salida de los últimos reductos –Héctor Bienvenido y José Arismendy, en noviembre, se empezó a vislumbrar  la posibilidad de una transición democrática.

Presencia política. En el último semestre de 1961 comenzaron a sacar cabeza los protagonistas del proceso electoral del año siguiente.

El cinco de julio llegaron al país tres miembros del Partido Revolucionario Dominicano (PRD): Ángel Miolán, Ramón A. Castillo y Nicolás Silfa.  Cuatro días después, Manolo  Tavárez Justo sacó de la clandestinidad a  la agrupación  14 de Junio, y el once de ese mismo mes apareció la Unión Cívica Nacional, dirigida por Viriato Fiallo, y que nació como una organización patriótica, apartidista.
El 20 de octubre del 61 regresó  Juan Bosch, principal dirigente del PRD, quien estuvo en el exilio durante 24 años.

La destrujillización. Como Balaguer representaba al antiguo régimen, se generó una presión social para que dejase el gobierno y se comprometiera a crear las bases para elección de un nuevo presidente de la República.

Para complacer a sus adversarios inició un proceso de destrujillización, mediante el cual disolvió a Los paleros de Balá, un grupo paramilitar que reprimía a los opositores, le devolvió el nombre de Santo Domingo a la capital del país, pues desde 1936 se llamaba Ciudad Trujillo; permitió la formación de partidos  y la libertad de expresión, y disolvió el Partido Dominicano.

Nada de eso fue suficiente, por lo que  enfrentó  una huelga general organizada por la Unión Cívica Nacional, a la que se unieron los demás partidos. La protesta duró 12 días bajo la consigna Navidad sin Balaguer.

Presionado, Balaguer reformuló el gobierno creando  un Consejo de Estado presidido por él, e integrado por Rafael Filiberto Bonnelly, como primer vicepresidente; Eduardo Raúl Barreras, segundo vicepresidente;  como miembros monseñor Eliseo Pérez Sánchez, Nicolás Pichardo; y  Luis Amiama Tió y Antonio Imbert Barreras, sobrevivientes del tiranicidio.

Enero rojo.   Lo que ocurrió entre enero y diciembre del 62 fue un proceso de agitación social y política signado por las ansias de un verdadero cambio democrático, así como por una fuerte crisis económica.
Las protestas continuaron porque ni el Consejo de Estado satisfizo las demandas de la población, ni Balaguer renunció para organizar elecciones tal como prometió.  La Unión Cívica estuvo al frente de esos movimientos de protesta, que se hicieron más fuertes en las inmediaciones del Parque Independencia.

El poder reaccionó: el 12 de enero un contingente, al mando de  Manuel Antonio Cuervo Gómez, ametralló a la multitud que escuchaba las alocuciones de los dirigentes de Unión Cívica, dejando un saldo de cinco muertos y un centenar de heridos.

Golpe de Estado. Algunos historiadores reseñan que con la anuencia de Balaguer, el 16 de enero el general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría  derrocó el Consejo de Estado y dio paso a una efímera junta cívico-militar integrada por Armando Oscar Pacheco, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barreras, el contralmirante Enrique Valdez Vidaurre, el coronel del Ejército Neit Rafael Nivar Seijas, y el coronel piloto Wilfredo Medina Natalio.

La intención golpista fue abortada por la agitación popular, la intervención de los Estados Unidos y del general Miguel Rodríguez Reyes, el coronel Atila Luna y del mayor Rafael Tomás Fernández Domínguez, por lo que se restituyó nuevamente el Consejo de Estado, esta vez sin  Balaguer, aunque presidido por Bonnelly.

Balaguer se exilió en la Nunciatura Apostólica, y el ocho de marzo fue expulsado hacia Puerto Rico.
Clima de inestabilidad.  En  los  meses posteriores continuó la agitación social, tanto en la capital como en la región Norte, y en la  sede de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), porque no estaba muy clara ni la destrujillización ni que se realizasen elecciones libres.

Sin embargo, cabe destacar que el país vivía un renacer político, porque 26 partidos competían por ganarse un espacio en el pastel del electorado, aunque sólo tres representaban las fuerzas mayoritarias: Unión Cívica, PRD y 14 de Junio.

De otro lado, se sintieron las demandas del movimiento sindical por mejores condiciones laborales, sobre todo  los trabajadores de los ingenios. También se evidenció un repunte de las empresas privadas, cuya dimensión recoge la prensa de esa época.

Ante las presiones,  el Consejo de Estado dispuso aumentos salariales en importantes entidades públicas, incluyendo a los maestros. Pero nada detuvo la crisis social, y ante tantas protestas, las autoridades decretaron, el cinco de marzo, un toque de queda temporal, de 5:00 de la mañana a 7:00 de la noche, sobre todo  para restringir el tránsito en la capital, escenario de las constantes protestas que ocurrían en el país.

Las claves

1. Los contrincantes

Las tres principales  fuerzas políticas de la época eran  La Unión Cívica;   el PRD y el 14 de Junio, que no concurrió a elecciones por sus contradicciones con el Consejo de Estado. Juan  Bosch y Viriato Fiallo, candidatos del PRD y de Unión Cívica, respectivamente, polarizaron la contienda. El Partido Nacional y el Partido Vanguardia Revolucionaria Dominicana se aliaron  al PRD.

2.  Campaña y mensajes

Bosch, o el líder de la libertad – como se promocionaba en los afiches-   se acercó al pueblo llano  y utilizó frases como El buey que más jala, Vergüenza contra dinero, e Hijos de machepa y tutumpotes, en los discursos que pronunciaba a través del programa radial Tribuna Democrática. Lo  acusaban de comunista,  llegando al extremo de ir  a un debate televisivo con el sacerdote Láutico García el 17 de diciembre,  para demostrar  que ese no era su  pensamiento.  Antes de ese debate  el PRD pidió aplazar las elecciones porque la JCE dispuso que todas las boletas fuesen blancas, alegando que no había  papel para imprimir todos los colores de los partidos. La intervención de la embajada de Estados Unidos, que se comprometió a donar papel de distintos colores, puso fin a la crisis, generada, según Franco, por un sector del gobierno que quería evitar el triunfo de  Bosch. 

2.  Unión Cívica

La  Unión Cívica, que puso de moda la frase !Basta ya!, en alusión a la necesidad de cortar con los remanentes del trujillismo,   representaba a   la pequeña burguesía y a los profesionales. Tuvo poca presencia en las zonas rurales, aunque en el Cibao recibió la ayuda de sacerdotes y laicos. Su discurso se concentró  en el ataque contra los trujillistas que  quedaban en el país, sobre todo en las Fuerzas Armadas. Su posición política la resume su slogan de campaña:  El hombre del sombrerito cívico es eso,  un cívico.

 La nueva JCE

El cinco de mayo  se promulgó  la Ley Electoral y, posteriormente, el  Consejo de Estado designó como presidente de la Junta Central Electoral (JCE), a Emilio de los Santos, y como miembros a  Julio A. Cuello y Abigail del Monte. El organismo tenía previsto organizar los comicios en  agosto, pero no fue posible, dice el historiador Franklyn Franco, por la permanente situación de agitación que vivía el país, sacudido todas las semanas por protestas y huelgas, por la crisis económica y, cabe destacarse, que un pequeño sector del Consejo de Estado  quiso aprovechar la situación para retrasar las elecciones y extender su mandato. Subsanada esa crisis, por la  intervención de Estados Unidos y de grupos nacionales de presión, según Franco, los comicios se pautaron para el 20 de diciembre. Ganó el binomio Bosch-Armando González Tamayo, con el 60% de los votos emitidos, y en segundo lugar quedó Fiallo-José Augusto Puig, con un 30% de los votos.

La partidocracia

Uno de los temas recurrentes entre los dirigentes políticos era el relacionado con el financiamiento a los partidos. Bosch planteaba que el gobierno destinara recursos  a través de un Fondo Electoral. En 1962  hacían vida política los partidos Revolucionario Social Cristiano, Alianza Social Demócrata, Vanguardia Revolucionaria Dominicana, Nacionalista Revolucionario Democrático, Progresista Demócrata Cristiano, Revolucionario Dominicano Auténtico, Acción Social, Social Cristiano, Progresista Demócrata. El Partido Socialista Popular y el Movimiento Popular Dominicano eran considerados ilegales. El 20 de noviembre de ese año la JCE rechazó el binomio Balaguer-Silfa, presentado por el Partido Revolucionario Dominicano Auténtico.
















*******************************************************************************************************************






El miedo motivó el golpe de Estado de la derecha a Juan Bosch

El Dia
25 de septiembre, 2019

Santo Domingo.Juan Bosch fue electo presidente de la República Dominicana en 1962, cargo que asumió por un breve periodo en 1963. Su efímero gobierno fue derrocado casi siete meses después de asumir la Presidencia abortando así la vigencia de una Constitución progresista basada en las libertades y la justicia social.
El 27 de febrero de 1963, el escritor y político vegano de 53 años de edad, se convirtió en el primer Jefe de Estado elegido en forma democrática después de 31 años de la dictadura de Rafael L. Trujillo Molina.

El profesor Bosch ganó las elecciones con alrededor del 70% de los votos, de manera que era un régimen legítimo, pero propuso un programa democrático en el Estado amparado en la Constitución de 1963, y en el programa de Gobierno del propio Partido Revolucionario Dominicano, y eso resultaba inaceptable para los actores del poder de aquella época”, según explica el historiador Roberto Cassá.

A juicio de Cassá, el golpe de Estado contra Bosch, hace 55 años, se produjo por razones económicas y porque en aquella época la derecha no aceptaba lo democrático, le tenía miedo a un gobierno liberal, “por su visión corporativa elemental de manipular el poder del Estado”.

La presencia de Juan Bosch en la vida política nacional, como el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, fue percibida como un cambio por los dominicanos. Su manera de hablar, directa y sencilla, sobre todo al dirigirse a las capas más bajas de la población rural y urbana, le proporcionó una gran simpatía popular.

Aunque fue víctima de una campaña sucia por parte de la Iglesia y los sectores conservadores que lo acusaron de ser comunista, en las elecciones del 20 de diciembre de 1962, Bosch obtuvo un triunfo total sobre su principal opositor Viriato Fiallo de la Unión Cívica Nacional. Fueron las primeras elecciones libres después de la muerte del dictador.

El 27 de febrero de 1963, Bosch y Segundo Armando González Tamayo tomaron posesión como nuevos Presidente y Vicepresidente de la República Dominicana, en una ceremonia que contó con la participación de importantes líderes democráticos y personalidades, como Luis Muñoz Marín y José Figueres.

Bosch hizo inmediatamente una profunda reestructuración del país. El 29 de abril, se promulgó una nueva constitución de carácter liberal que concedía derechos desconocidos por los dominicanos. Entre otras cosas, consignó los derechos laborales y la libertad sindical, y se ocupó por sectores tradicionalmente excluidos como las mujeres embarazadas, los hijos ilegítimos, las personas sin hogar, niñez, la familia, la juventud y los agricultores, entre otros.

Bosch enfrentó sectores tradicionalmente poderosos. Su actitud contra el latifundio le acarreó la animadversión del sector terrateniente. La Iglesia católica creyó que Bosch estaba tratando de secularizar el país.

Los industriales recelaban de los beneficios que la nueva Constitución otorgaba a la clase obrera. Los militares, que antes disfrutaban de la libertad de hacer lo que quisieran, sintieron que Bosch los sometía.


A las 2:30 de la madrugada es derrocado el presidente constitucional Juan Bosch mediante un golpe de Estado militar. Juan Bosch es hecho preso en el Palacio Nacional, en donde permaneció por varios días. Una Junta Militar asume el control político del país mientras se configura el gobierno de facto que sustituirá al gobierno constitucional del profesor Juan Bosch.

La asonada militar, encabezada por el entonces secretario de las Fuerzas Armadas, mayor general Víctor Elby Viñas Román, acusó al gobierno de Bosch de pro comunista.

A través de un manifiesto, disolvieron las cámaras legislativas, suprimieron la Constitución de abril de ese año así como todos los actos emanados al amparo de esa Carta Sustantiva.

Una Junta Militar Provisional asume control del gobierno hasta tanto se integre un gobierno conformado por civiles.

El golpe iba de cualquier manera

Si bien Bosch no maniobró correctamente ante los planes de los golpistas, el golpe de Estado lo iban a dar de cualquier modo, porque se trataba de un choque de intereses, sostiene Cassá.

Después del golpe de estado

26 de septiembre

Una Junta Cívica, integrada por tres personas, conocida como Triunvirato, toma posesión del poder político.

El Triunvirato estuvo originalmente integrado por Emilio de los Santos, presidente, Enrique Tavares Espaillat y Ramón Tapia Espinal, miembros.

*Esta historia fue publicada originalmente el 25 de septiembre de 2019.






Victor Grimaldi: Asesor de embajada ordenó el golpe de Estado contra Bosch

Emilia Pereyra

Diario Libre

8 de octubre, 2018


SANTO DOMINGO. Aunque se ha escrito profusamente acerca del golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch, la madrugada del 25 de septiembre de 1963, a 55 años de acontecimiento Víctor Grimaldi, periodista y diplomático, asegura que quien dio la orden a los militares dominicanos para que defenestraran al mandatario fue Anthony Ruiz, un consejo de la embajada de los Estados Unidos.

Anthony Ruiz era el consejero de la embajada americana de asuntos policiales, de la AID. Era un programa de la Agencia Internacional para el Desarrollo”, afirma Grilmadi, quien agrega que el asesor seguía una línea política trazada por los Estados Unidos.

Durante una entrevista concedida a Diario Libre, el autor de Golpe y revolución, el derrocamiento de Juan Bosch y la intervención norteamericana y de varios libros relativos al tema y a otros tópicos, asegura que el testimonio se lo dio Benito Monción Leonardo, general retirado de la Policía Nacional, ya fallecido.

Los militares dominicanos traicionaron la responsabilidad que tenían... de defender la Constitución y defender el poder legítimo representado por el presidente de la República. Ese fue un error muy grave que le costó al país mucho dolor y mucha sangre..., puntualiza.

Además, Grimaldi expresa: “La orden de destituirlo (a Bosch) se produce en el momento en que él dice, en una discusión que tiene con los altos mandos militares y policiales en el Palacio Nacional, que él va a convocar al Congreso Nacional para presentar su renuncia”.

No obstante, el autor recuerda que Bosch siempre dijo que quien dio la orden para que lo derrocaran fue el coronel Fritz Long, jefe de los asesores militares norteamericanos. “Él estaba ahí en Palacio en ese momento y eso está documentado”, agregó.

Respecto a Ruiz, el escritor y diplomático afirma que ese asesor de origen mexicano estuvo trabajando en la embajada de los Estados Unidos en República Dominicana desde el año 1962, dirigiendo, con el patrocinio de la AID, el programa de seguridad pública y asistencia política.

El testimonio

En cuanto a Monción Leonardo, Grimaldi señala que este siempre tuvo una excelente fama como profesional académico y que lo citó en su casa para entregarle su novela Rosendo y darle algunas informaciones importantes sobre el derrocamiento de Bosch y otros sucesos.

Explica que Bosch había decidido renunciar porque los altos mandos de las Fuerzas Armadas no querían aceptar decisiones que había tomado, como fue, por ejemplo, el traslado del coronel Elías Wessin y Wessin, a la sazón jefe del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), ubicado entonces en la base aérea de San Isidro, que tenía los tanques de guerra.

Aclara que otro tema que disgustaba a Bosch era que se estaban ejecutando planes en República Dominicana, sin su conocimiento, para operar campamentos de guerrilleros haitianos, a fin de derrocar al entonces presidente del vecino país, François Duvalier (Papa Doc).

Señala que Monción Leonardo era amigo de Bosch y le reveló que en septiembre de 1965, dos años después del golpe de Estado, evitó junto al entonces jefe de la Policía, general José Morillo López, que asesinaran al líder político en el recorrido que hizo desde el aeropuerto Las Américas a Santo Domingo, tras retornar de Puerto Rico.

Entonces, agrega Grimaldi, “había en las Fuerzas Armadas un sector muy recalcitrante antiboschista, antiperredeísta y antidemocrático”, que planeó el atentado contra Bosch desde el CEFA y los altos mandos militares.

El contexto epocal

A juicio de Grimaldi antes del derrocamiento de Bosch prevalecía en el país un ambiente conspirativo, y recuerda que en días anteriores se había producido “una huelga de comerciantes que fracasó”.

Realmente hubo ciertas acciones de sectores que tenían resistencias a medidas que tomaba el gobierno de Juan Bosch, que era un gobierno democrático. Gobernaba en plena democracia y libertad”, responde cuando se le pregunta sobre el ambiente político de esa etapa.

Dice que sin embargo no se puede decir que el derrocamiento de Bosch fuera una especie de Crónica de una muerte anunciada, como han planteado algunos estudiosos del tema.

Desde su punto de vista, los sectores que habían gobernado después que Joaquín Balaguer salió del poder, tras la caída de Trujillo, pensaban que Bosch tendría el mismo destino.

El investigador de temas históricos y embajador dominicano ante la Santa Sede, explica que algunos de los personajes políticos y sus herederos, que representaban a las fuerzas económicas y sociales que habían respaldado el complot contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo, también apoyaron la trama contra Bosch, aunque después se arrepintieron y cuando estalló la revolución del 1965 varios tuvieron que salir corriendo de la República Dominicana.

Tras ser derrocado, luego de gobernar durante siete meses a la República Dominicana, Bosch fue trasladado a la isla de Guadalupe, en el Caribe francófono. Desde ese territorio el expresidente viajó por avión a Puerto Rico, donde residió hasta el 25 de septiembre de 1965, cuando retornó a la República Dominicana.

Bosch, escritor y entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano, se había juramentado como presidente el 27 de febrero de 1963, luego de ganar las elecciones del 20 de diciembre de 1962.

El 24 de abril de 1965 estalló la revolución, con la cual el bando constitucionalista reclamaba la restitución del político y afamado narrador como presidente de la República Dominicana.

Cuatro días después, el 28 de abril, se produjo la segunda intervención militar de los Estados Unidos en la República Dominicana en el siglo XX.

A fin de justificar la acción, el gobierno extranjero alegó que se buscaba evitar la instauración de otra Cuba, salvar vidas norteamericanas y propiciar una salida pacífica y un acuerdo entre las partes envueltas en el conflicto.

El presidente estadounidense Lyndon B. Johnson ordenó el desembarco de 42, 000 marines en el país, para impedir la propagación de la asonada, vinculada al comunismo, que alegadamente echaba raíces en el Caribe a través la revolución dirigida por Fidel Castro en la llamada Perla de las Antillas.


*******************************************************************************************************************






SE DIFUNDIÓ LA FALSA VERSIÓN DE QUE CUATRO HOMBRES DE SU AVANZADA HABÍAN MUERTO Y QUE SI EL RESTO SE ENTREGABA SALVARÍAN SUS VIDAS

Una información manipulada y una falsa garantía de su vida y la de sus compañeros en las montañas, si se entregaban, derrumbaron los años de lucha democrática de un líder cuyos ideales procuraban la justicia social.

Sólo los campesinos que fueron obligados a presenciar la masacre de guerrilleros ocurrida en Las Manaclas, el 21 de diciembre de 1963, conocen el pesar de Manolo Aurelio Tavárez Justo cuando intentaba convencer a los militares de que solo él era responsable de su insurrección en la montaña.

Los 16 hombres que lo acompañaban en ese momento cayeron baleados a sus pies, uno por uno, y ya no le quedaba voz ni fuerzas para morir de una forma digna frente a aquella escena desgarradora, cuando sólo quedaba él.

Convencido de que le habían mentido también cayó abatido junto a la gente que creyó en sus ideales revolucionarios, pretendiendo restablecer la Constitución del 63 que había sido anulada por el golpe de Estado contra el presidente Juan Bosch, dos meses antes.
Su instinto de combatiente lo hacía resistirse a la entrega solicitada por las autoridades, pero esos 16 hombres le pedían que se rindiera para poder salvar sus vidas.
Ese fue el momento decisivo.

Manolo se debatió entre el deber de un guerrillero de mantenerse firme y el dolor humano, y cedió.

A quienes prefirieron mantenerse en las montañas antes que rendirse al enemigo les permitió irse, y apoyó a los cuatro que, dispuestos a morir primero, decidieron presentarse ante militares armados para informar que el grupo había optado por capitularse.

José Daniel Ariza, Luis Peláez, José Crespo, Napoleón Méndez (Polón), y Rafael Reyes (Pitifia) desistieron de la entrega inmediata porque percibían que las intenciones de los militares golpistas eran contrarias a las expresadas a través de la radio por Manuel Tavárez Espaillat, del Triunvirato en el poder, prometiendo que se le respetaría la vida.

Leonte Antonio Schott Michel, Alfredo Peralta Michel, y Juan Ramón Martínez (Monchi), que optaron por ir en busca de la paz, murieron ondeando la banderita blanca; viendo por última vez su ropa manchada con la sangre del patriota caído.

Emilio Cordero Michel, que también sostenía la banderita blanca comandando el grupo de los cuatro que tenían la difícil misión, resultó ileso de las primeras ráfagas de dos militares armados de ametralladoras con los que se encontraron a las cinco horas de camino, lo que le permitió informar el propósito del encuentro.

Pero poco duró la ilusión de conseguir la paz que buscaban los compañeros de alzada, porque los fusiles no vacilaron en apuntar hacia los guerrilleros cuando se entregaron, y no valieron los esfuerzos de Manolo para que solo se ensañaran con él. Los mataron a todos.

Momento de conmoción
 Juan Germán Arias Núñez (Chanchano), quien cuenta esta historia al equipo de investigación de LISTÍN DIARIO, encabezado por su director Miguel Franjul, no puede mantener la mirada firme cuando narra ese capítulo de su vida de guerrillero.
Rememorar el sacrificio de su comandante lo destruye.

Él formaba parte del frente que integraba Manolo Tavárez Justo, compuesto por 26 personas, y de los tres que se salvaron de morir junto a su líder porque habían salido rumbo al pueblo el 28 de noviembre del ‘63 en busca de comida, medicinas y frazadas, ya que las municiones se les había terminado.

Salvar su vida en ese momento resultó tan crucial como haber podido morir junto a Manolo, pues al ser vistos caminando circuló la falsa noticia de que los que salieron a buscar comida habían muerto y que el Ejército Nacional tenían al resto de los guerrilleros vigilados y a punto de ser capturados.

Esa noticia era un señuelo para que los que quedaban en las montañas entregaran sus armas y poder eliminarlos sin resistencia, humillándolos y desmeritándo los frente a los únicos que podían salvarles la vida: los campesinos.

Esto es lo que nubla el espíritu de Juan Germán Arias, quien a sus 67 años todavía sufre la pérdida del guerrillero que pretendía cambiar el mundo represivo que vivían los dominicanos tras el golpe de Estado del profesor Juan Bosch y devolverle al país la Constitución de las libertades públicas.

Han pasado 46 años de aquel día gris en que los campesinos de Las Manaclas, en San José de las Matas, presenciaron cómo mueren los héroes en el campo de batalla, y todavía Chanchano se siente conmocionado.

Pacto entre guerrilleros

La forma en que cayó su amigo Manolo Tavárez ha perdurado en su recuerdo de “torturas”, mucho más que cuando su piel temblaba al comprobar la dureza del látigo y todo su cuerpo se estremecía con la picana eléctrica que le aplicaron en enero de 1960 en la cárcel de La 40, por ser antitrujillista.

La misma sensación de impotencia sintieron los compañeros de Chanchano en la misión de buscar provisiones para continuar en las montañas, cuando vieron sus sueños perdidos con la caída de Manolo.

Fidelio Despradel, Marcelo Bermúdez, Juan Germán Arias y Domingo Sánchez Bisonó (El Guajiro) fueron los que salieron a cumplir esa tarea, producto de un acuerdo al que arribaron en una reunión que sostuvieron un día antes.

Chanchano señala que la imprudencia del Guajiro al querer ir a una pulpería, lo condujo a su muerte y a que los planes se quebraran.

“Él conocía todos esos campos, era nuestro guía porque conocía la ruta.
Pero de buenas a primeras dice que quiere entrar a una pulpería a orientarse porque se sentía perdido; lo identificaron como guerrillero ¡y ahí lo atraparon! El alcalde le dio una estocada y lo tiraron moribundo.

Antes de morir nos dijo: “...mátenlos a todos”.

“Fidelio, Marcelo y yo nos salvamos porque estuvimos en un ‘realismo fantástico’, como dice Gabriel García Márquez, donde la realidad es más fantástica que la misma fantasía. Todavía recuerdo cuando me pusieron la pistola aquí, en la frente, al capturarnos buscando provisiones. Ya habían matado a Manolo y a los otros; nos iban a matar a todos, pero nos llevaron presos”.

EL SACRIFICIO POR LA CONSTITUCIÓN DEL 63

GUERRILLA-Lo que hicieron Manolo Tavárez Justo y los demás hombres al irse a las montañas armados fue conformar una guerrilla para distraer a los militares mientras otros grupos preparaban en la capital las estrategias para restablecer el gobierno de Juan Bosch, tras el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963. Una guerrilla es un frente armado, compuesto por miembros civiles que asumen un papel militar para sabotear.

GUERRILLEROS- Fueron seis los frentes de oposición que se conformaron contra el Triunvirato (órgano político que condujo el destino de la nación tras el derrocamiento del presidente Juan Bosch), los cuales operaban en El Seibo, San Francisco de Macorís, Altamira, Bonao- San José de Ocoa, Sierra de Bahoruco y San José de las Matas, pretendiendo restaurar la Constitución que había hecho Bosch y en la que predominaba el respeto a la vida.

COMANDANCIAS- Manolo Tavárez Justo y sus compañeros, todos miembros del Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4) que combatía el régimen trujillista, iniciaron la alzada guerrillera el 26 de noviembre de 1963.

La habían anunciado en una Proclama al Pueblo días antes en la que todo el país se enteró de que había un combate constitucional y antigolpista, como resistencia por la revolución reinvidicadora de la libertad.

LOS CAÍDOS- Manolo Tavárez Justo, Jaime Socias, José Cabrera, Juan Martínez, Jesús Barreiro, José Daniel Fernández, Rubén Díaz, Domingo Sánchez, Manuel de Js. Founder, Leonte Schott, Fernando Martínez, Antonio Filión, Canoabo Abel, Manuel de los Santos, Alfredo Peralta, Francisco Bueno, Luis Ibarra Rios y Rubén Alfonso.

Wendy Santana
Santo Domingo













*******************************************************************************************************************










José Francisco Peña Gómez irrumpe en la política nacional cuando hace un llamado por radio a que el pueblo salga a la calle a darle apoyo popular a los militares constitucionalistas a lo cual el pueblo respondio decididamente, convirtiendo el conflicto militar en una revolución constitucionalista. Fue vice-presidente de la Internacional Socialista y, hasta su muerte, fue el gran estratega del PRD y una de las figuras políticas más prominentes hasta su muerte. 






*******************************************************************************************************************

Lantigua Bravo, lider de los sargentos en la Guerra de Abril 


Este movimiento, cuyo ideólogo, líder y guía fue el hoy sargento mayor (aún no retirado) Pedro José Lantigua Bravo, se forma en noviembre del 1963, cuya iniciativa, es inspirada por un grupo de coroneles, los cuales en torno de reiteradas burlas hacían alarde del golpe aquel en donde se decapitó el sistema democrático representado por el profesor Juan Bosch.

Este movimiento además de Lantigua Bravo, fue fundado, por Esteban Peña Mena, Rafael William Méndez, Nelson William Batista, los cabos Guarionex Nova y Luis Mariano Cueto, así como por el raso Ramón Montes de Oca.

Dentro de este grupo, habían 35 sargentos, 13 cabos, 20 rasos y 5 marinos, para un total de 73 alistados que dijeron presente a la hora decisiva para empuñar el fusil y luchar por la vuelta a la constitucionalidad.

Cuando le dieron el golpe de estado a Bosch, ya a los tres meses estábamos nosotros haciendo algunas reuniones de manera clandestina, en lugares muy secretos, para no ser descubiertos, ese movimiento que era de alistado, más tarde se le denomina como de Sargentos, que era lidereado por mi, pero ese movimiento lo fundamos en el Campamento 27 de Febrero, cuando estaba en Villa Duarte.
Después de la explosión del Polvorín, el Movimiento como que sufre una notable baja y nos reuníamos entonces en otro lugar:, asegura.

Es por vía del coronel Hernando Ramírez, que Lantigua Bravo llega hasta el máximo líder de la vuelta a la constitucionalidad, Rafael Tomás Fernández Domínguez, quien vino por esos días desde Chile, solo que esa reunión no se pudo dar por razones que se desconocen hasta el momento.

Sin embargo, el Movimiento de Los Sargentos queda al descubierto cuando Lantigua Bravo hace un viaje a San Cristóbal, a donde tenía previsto el reclutamiento de otros alistados pertenecientes al Batallón de Montaña; es ahí que un militar escucha la conversación, la cual le es informada a los superiores del recinto.

 Al otro día, estando Pedro José Lantigua en su destacamento es llamado por el Estado Mayor completo, y se le interroga sobre las acusaciones, esas averiguaciones comenzaron a las 9 de la mañana y todavía pasada la una de la tarde no habían concluido.

  En ese interrogatorio Lantigua dice que estuvieron presentes el jefe de Estado Mayor del Ejército, general de brigada, Rivera Cueta, el coronel Maximiliano Ruiz Batista, el mayor Pompeyo Vinicio Ruiz Serrano y el jefe del G2, capitán García Tejada, entre otros.

  Sin embargo y pese al interés mostrado por los oficiales superiores, sobre el Movimiento de los Sargentos este no dijo una sola palabra, lo que le permitió al grupo continuar su trabajo, aunque ahora con mucha mayor cautela 9.

Sábado  24 de Abril de 1965

  Estando Lantigua Bravo en la sede del Estado Mayor del Ejército, se entera de la detención de unos oficiales superiores pertenecientes al Campamento 25 de Noviembre; él con acceso al despacho principal sube hasta el salón de conferencia y mirando con cautela al mayor Ramírez Sánchez, este le hace una señal que es captada por el sargento, 10.

Fue cuando este se acerca a Hernando Ramírez, le informa sobre lo sucedido, procediéndose de inmediato por ordenes del segundo a que escoja a varios de los hombre de más confianza y así iniciar acciones que desencadenaron otras de mucho mayor envergadura.

Mire Lantigua, va a comenzar el movimiento en este momento, yo le contesto, estamos dispuesto coronel, él vuelve y me dice, baje a la primera planta y suba con los hombres que usted pueda, entonces yo bajo y le digo: muchachos, el movimiento a comenzado, el que quiera que me siga, cojo el fusil, marcho por la parte de atrás y el capitán Peña Taveras coge por la parte izquierda”, recuerda.
Luego de impartida las ordenes, el grupo de sargentos al mando de Lantigua Bravo toman detenido al Estado Mayor en pleno del Ejército Nacional, incluyendo, según recuerda, al general Marcos Aníbal Rivera Cueta.

Para llevar a cabo dicha acción Lantigua Bravo se hizo acompañar de los alistados Esteban Peña Mena, quien fue de los fundadores del Movimiento de los Sargentos, un raso que solo es recordado por el sobre nombre del “Triunviro” y el también sargento mayor Lino Familia Medina.

Muy temprano, en horas de la mañana, Lantigua junto al grupo de sargentos que lo acompañaban desde el día anterior, bajaron desde la sede del ejercito hasta el Campamento 25 de noviembre, y de ahí con los oficiales presos, en donde los militares que servían en este recinto deciden darle apoyo a Hernando Ramírez y a los que por instrucciones del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, buscaban la vuelta a la constitucionalidad.

(Este es un fragmento el capítulo 5 del libro que publicará próximamente el autor y que trata sobre la participación de los hombres y mujeres del Nordeste en la Guerra de Abril de 1965).














Juan Miguel Román fue militante del 1J4. Estuvo preso en la Victoria donde sufrió atropellos. Tan pronto lo soltaron, para evitar que lo desaparecieran en libertad, se asiló aen una embajada. En el exilio sufrió, en sus propias palabras, “hambre y frío”. Regresó clandestinamente a RD y en la revolución de abril participa como combatiente armado. Cayó en un intento de asalto al Palacion Nacional junto al coronel Fernández Domínguez, Euclides Morillo, el militar italiano Ilio Capocci y otros héroes de la revolución de abril. 













*******************************************************************************************************************


La República Dominicana: Causas de la intervención de 1965

Juan Bosch
28 de abril, 1985

Al cumplirse veinte años de la última intervención armada de Estados Unidos en la República Dominicana, que se inició el 28 de abril de 1965, los dominicanos que luchamos por la liberación de nuestro país debemos hacernos una pregunta que hasta ahora nadie ha hecho. Al formularla la concibo así:

¿Qué fines perseguía en verdad el Gobierno del presidente Lyndon B. Johnson cuando éste dio la orden de iniciar la operación intervencionista? ¿Qué había detrás de la agresión militar de que fue víctima el movimiento constitucionalista iniciado el día 24 de abril de ese año? ¿Qué llevó a los altos funcionarios del Gobierno de Johnson y al propio Johnson a decir que habían resuelto enviar tropas a la República Dominicana porque el levantamiento militar y popular del 24 de Abril era comunista y Estados Unidos no podía tolerar la implantación de otro gobierno como el de Cuba en América Latina, y sobre todo en la región del Caribe? ¿Era cierto que los altos funcionarios del Gobierno estadounidense y el propio jefe de ese gobierno creían en la naturaleza comunista del levantamiento constitucionalista de una parte de las Fuerzas Armadas dominicanas o actuaron con ese pretexto pero por otras razones?

En el libro Dictadura con respaldo popular (Publicaciones Max, Santo Domingo, segunda edición, febrero de 1971, pp.78 y siguientes), yo hacía referencia a los muchos años de la lucha anti-trujillista y daba nombres de personas que se habían destacado en ella, “sin embargo”, decía, “esa lucha sólo tuvo éxito cuando el Gobierno de los Estados Unidos, en tiempos del presidente Eisenhower, decidió organizar a la todavía dispersa oligarquía dominicana a fin de que ésta matara a Trujillo y tomara el poder”.

Con un salto sobre un párrafo que no tiene nada de documental, copio a seguidas lo que seguía, que eran datos precisos nunca antes dichos en el país y nunca desmentidos a pesar de que fueron publicados en julio de 1969 en la revista Ahora!, que era en esos años la más importante y en consecuencia la publicación no diaria de más circulación en el país; y lo que seguía era esto:

El encargado de realizar ese trabajo fue un coronel retirado de apellido Reed, quien llegó a Santo Domingo y se puso en contacto con algunos comerciantes importadores de artículos norteamericanos e ingleses. A través de uno de esos comerciantes, Reed alquiló una casa en las vecindades del hipódromo Perla Antillana; desde esa casa se dominaba el palco donde se sentaba Trujillo cuando iba a presenciar alguna carrera. En esa ocasión el dictador iba a ser cazado con un rifle de mira telescópica, pero el plan fracasó porque por alguna razón desconocida Trujillo dejó de ir al hipódromo”.

El episodio que conté con esas palabras ocurrió a mediados de 1960 y el comerciante que gestionó el alquiler de la casa desde la cual iba a dispararse contra Trujillo fue Antonio Martínez Francisco, cuyo nombre no mencioné en 1969 porque todavía a esa altura del tiempo eran muchos los protegidos de Trujillo que mantenían vigencia militar en el país y yo no debía exponer a Martínez Francisco al peligro de ser eliminado por uno de ellos, sobre todo si se toma en cuenta que fue él, Martínez Francisco, quien me dio detalles sobre la actividad del coronel Reed, si bien debo decir que a Reed lo había conocido en Washington en la ocasión en que pasé por esa ciudad de viaje hacia Europa, y él, sin ofrecerme datos concretos, me dijo que en 1960 había estado en la República Dominicana para darle cumplimiento a órdenes que había recibido de funcionarios del Gobierno de su país. Dicho eso, paso ahora a copiar los párrafos del libro que seguían a los datos referidos.

A través de Antonio Martínez Francisco, el coronel Reed le propuso al general Rodríguez Reyes que encabezara un complot cuya finalidad sería matar a Trujillo. El general Rodríguez Reyes se negó a organizar el complot o a participar en cualquier tipo de acción contra ‘el jefe’, y Reed y sus amigos dominicanos temieron que Rodríguez Reyes los denunciara; sin embargo, el hombre que poco más de dos años después iba a caer en Palma Sola no los denunció.

Los trabajos de Reed en la República Dominicana se prolongaron hasta muy avanzado el año de 1960. En ese tiempo el coronel retirado norteamericano conoció a mucha gente, y de una manera o de otra fue conectando a esa gente, de modo que cuando salió del país ya estaba prácticamente formado el núcleo de lo que iba a ser el sector llamado a dirigir a la oligarquía nacional en el campo político.

Lo que podríamos llamar ‘el plan Reed’ operaba a favor de una ola anti-trujillista que estaba siendo estimulada por la crisis económica que se había desatado en los Estados Unidos en 1957 y se había profundizado en Santo Domingo debido a los gastos suntuosos de la Feria de la Paz y se agravó a causa del bloqueo del régimen trujillista acordado en San José de Costa Rica en agosto de 1960. En el orden político, la crisis se manifestaba al nivel de todas las capas sociales. La juventud de la mediana y la alta pequeña burguesía, impresionada por el asesinato de los invasores del 14 de Junio, se organizaba clandestinamente; la escasa burguesía nacional estaba asustada por la magnitud de la crisis económica; los obreros y los campesinos pobres sufrían por la falta de trabajo y el encarecimiento de la vida; una parte de la baja pequeña burguesía y del proletariado de las ciudades comenzó a ser organizada por los líderes del MPD, que habían llegado de Cuba. Trujillo reaccionó con violencia ante esa ola de actividades contra su régimen que se extendía por todo el país; mató a centenares de luchadores, entre ellos a las hermanas Mirabal; llenó de presos la cárcel de La Victoria, inició la persecución del sacerdocio católico; apretó de manera despiadada las tuercas de su régimen, cuya estabilidad confió a la maquinaria de terror que dirigía Johnny Abbes García.

El coronel Reed se fue del país, y al mismo tiempo que él se fue a los Estados Unidos algunos de los oligarcas que habían estado trabajando con él. Pero el plan norteamericano no quedó abandonado. La Radio Swan fue puesta a la orden de algunos dominicanos; periódicos y revistas de Norteamérica recibieron instrucciones de destacar las noticias desfavorables al sistema de Trujillo; algunos jóvenes de los que trabajaban en Santo Domingo fueron protegidos y sacados del país cuando se tuvieron pruebas de que Abbes García había ordenado su detención, y los funcionarios del consulado general de los Estados Unidos en el país —pues las relaciones diplomáticas habían quedado suspendidas después de la Conferencia de San José de Costa Rica— siguieron haciendo contacto con los grupos oligárquicos. Esta situación duró, por lo menos, hasta el día en que el Gobierno norteamericano abandonó completamente el plan de organizar el asesinato de Trujillo.

Ese abandono se produjo cuando ya Kennedy estaba en el poder. La invasión de Cuba había terminado en el fracaso de Bahía de Cochinos y era altamente peligroso sumarle a ése un nuevo fracaso en la explosiva zona del Caribe. En el caso de Bahía de Cochinos, Kennedy había salvado la cara diciendo que él cargaba con la responsabilidad de los hechos, ¿pero cómo hubiera podido salvarla de nuevo si Trujillo salía inesperadamente diciéndole al mundo que había descubierto un complot para matarlo y presentaba pruebas de que ese complot estaba dirigido desde Washington? ¿No había sido una acusación similar —la de que él había tratado de matar a Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela— la que se había usado para acordar en la Reunión de Costa Rica el bloqueo de la República Dominicana? Dada la naturaleza policíaca del Gobierno de Trujillo la conjura podía ser descubierta en cualquier momento y la Casa Blanca podía quedar ante el mundo como un nido de mentirosos empedernidos que al mismo tiempo organizaba expediciones contra Fidel Castro porque era comunista y planes de asesinato de Trujillo porque era un fanático anticomunista.

La retirada de Reed no detuvo, sin embargo, la marcha de los acontecimientos que iban a desembocar en la muerte de Trujillo. Hasta el momento no se han presentado pruebas de que los que intervinieron en el atentado del 30 de mayo de 1961 tuvieron contacto con Reed o con los norteamericanos que permanecieron en Santo Domingo después de la salida del coronel retirado. Sólo se sabe que un norteamericano, el dueño del colmado Wimpy —si es así como se escribe el nombre de ese comercio—, introdujo en el país algunas de las armas que se usaron en esa ocasión. De todos modos, si los conjurados tuvieron esos contactos, el hecho no le resta méritos a lo que hicieron, pues enfrentarse al dictador para matarlo no era un juego de niños. Por otra parte, cualquier persona puesta en su lugar habría actuado de manera insensata si hubiera rechazado la ayuda que podían ofrecerle los yanquis. En la situación en que se encontraban ellos y el país, toda ayuda era buena aunque procediera del infierno.
Desde el punto de vista político, lo que tuvo importancia trascendental en esa ocasión no fue que los conjurados del 30 de mayo contaran con la ayuda norteamericana, si es que la tuvieron; lo realmente importante fue que el Gobierno de los Estados Unidos, encabezado entonces por el demócrata John F. Kennedy, se aprovechó de la profunda crisis económico-política del país —la más seria que había conocido el país desde el año 1916— para darle a la oligarquía, que todavía era políticamente incapaz de tomar los mandos del país, la consistencia organizativa necesaria a fin de que a la muerte de Trujillo pudiera tomar el poder y lo usara en perjuicio del Pueblo y en beneficio, sobre todo, de los intereses norteamericanos.

En los sucesos que se han dado en Santo Domingo a partir de la muerte de Trujillo puede verse con claridad absoluta y con detalles nítidos cuál es el papel que juegan los Estados Unidos en la formación y la consolidación de los frentes oligárquicos. Fueron ellos los que formaron el frente oligárquico dominicano entre 1960 y 1961, y en ese frente, como en todos los de América Latina, ellos pasaron a ser, desde el primer momento, el miembro más poderoso. Como representante político de ese frente formaron la Unión Cívica Nacional, cuya organización fue planeada en Washington con la participación de Donald Reid [Cabral] y [José Antonio] Bonilla Atiles. El primer vehículo de propaganda de la Unión Cívica fue una estación de radio de New York que estaba al servicio del Gobierno norteamericano”.

Lo que dije desde París en artículos escritos en el mes de julio de 1969 vino a ser confirmado por el periodista Víctor Grimaldi al darles publicidad en el diario La Noticia del 19 de abril de este año (1985) a documentos oficiales del Gobierno de Estados Unidos que consultó en la Biblioteca John F. Kennedy de Boston y en los archivos del Consejo Nacional de Seguridad de Lyndon B. Johnson, en Austin, Texas. En esa publicación Grimaldi dice que “el presidente demócrata John F. Kennedy estaba de acuerdo con su antecesor, el presidente republicano Dwight Eisenhower, en el sentido de que la tiranía trujillista podría provocar una resistencia que diera paso a un movimiento revolucionario similar al de Fidel Castro (en Cuba). Por tanto, tal como lo revelan los documentos oficiales norteamericanos, Kennedy también comprometió al gobierno de su país en los planes para eliminar a un ‘anticomunista a ultranza’ como Trujillo con el propósito de que el fanatismo de ultraderecha no facilitara los planes de los simpatizantes de Fidel Castro que pudieran haber en el país (República Dominicana) por aquella época”.

Trujillo fue muerto el 30 de mayo de 1961, y Víctor Grimaldi halló en la Biblioteca John F. Kennedy documentos que “revelan que el 5 de mayo (de ese año) se reunió el Consejo Nacional de Seguridad para analizar la situación de la República Dominicana, Haití y Cuba”. Ese día, refiere Grimaldi, el teniente general Earle G. Wheeler le envió al mayor general Chester Clifton Junior, ayudante militar del presidente Kennedy, un memorándum —el número DJSM-546-61— que decía: “Si las circunstancias de la República Dominicana requieren el uso de fuerzas de los Estados Unidos, los planes requeridos están en las manos de las unidades que participarán, y las fuerzas están listas. Los comandantes apropiados de las fuerzas asignadas del Comando del Atlántico han sido alertados de que puede haber problemas en la República Dominicana”, y luego describe esas fuerzas diciendo que incluían 14 destructores, un Phibron con un batallón menos una compañía y un escuadrón de aviones de combate.

Esos documentos revelan que veinticinco días antes de que Trujillo fuera muerto a tiros mientras salía de la ciudad de Santo Domingo en dirección hacia San Cristóbal el presidente Kennedy estaba listo para actuar militarmente en la República Dominicana si los acontecimientos que esperaba se darían en este país requerían de una intervención armada de Estados Unidos, y revelan también que lo que haría el demócrata John F. Kennedy seguía la misma línea de acción que había establecido su antecesor inmediato, el general Dwight Eisenhower, cuyo gobierno dirigió el acuerdo de San José de Costa Rica mediante el cual el Gobierno de Trujillo fue económica y diplomáticamente aislado del resto de los Estados de las dos Américas por haber tramado el asesinato del presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt. El 3 de junio, tres días después de la muerte de Trujillo, el Gobierno de Kennedy envió a las costas dominicanas nada menos que 40 unidades navales; y en noviembre de ese año, cuando Ramfis, el hijo de Trujillo, y un grupo de altos oficiales de su confianza se negaban a salir del país tras haber dado muerte a los sobrevivientes de la conjura que culminó en la muerte del dictador, John F. Kennedy envió otra flota a la cabeza de la cual se hallaba nada menos que el portaviones Intrepid.
Lo que un observador, que no tiene que ser necesariamente muy sagaz, puede sacar en claro de la identidad de actuación ante el caso dominicano de un Gobierno estadounidense republicano y otro demócrata se resume en pocas palabras; esos dos gobiernos, el de Eisenhower y el de Kennedy, fueron en su política exterior, por lo menos en la región del Caribe y hasta cierto punto en el Sudeste Asiático, partidarios de la aplicación de la Doctrina Truman pero no pudieron ejecutarla como lo haría Johnson lo mismo en el Caribe que en Vietnam. Kennedy trató de aplicar esa llamada doctrina en Cuba y fue derrotado por la decisión de los cubanos, no porque dispusieron de más elementos de guerra que los invasores llevados por el Gobierno norteamericano a Bahía de Cochinos; Johnson la puso en práctica en la República Dominicana pero fracasó de manera humillante cuando quiso ejecutarla en Vietnam, y fracasó a tal punto que su empeño en mantener la guerra en la antigua Indochina le costó el poder puesto que no se atrevió a presentar su candidatura presidencial para un segundo período dada la oposición del Pueblo de los Estados Unidos a esa guerra y al gobernante norteamericano que la llevaba a cabo. Conviene tener presente que también Nixon fue partidario de la aplicación en la política exterior de su país de la Doctrina Truman, que ha sido en resumen la de llevar la guerra sin limitación alguna a cualquier país que se proclame socialista lo mismo si está situado en tierras del Nuevo Mundo, como sucedía con Chile, que si se halla en los confines de África, como es el caso de Angola y Etiopía; y naturalmente, el más empecinado en la aplicación de lo que dictaminó Harry S. Truman cuando proclamó, el 12 de marzo de 1947, la llamada Doctrina de la Guerra Fría, nombre con que la bautizaron los periodistas de varias partes del mundo, es Ronald Reagan, para quien la misión de Estados Unidos es destruir el socialismo dondequiera que se establezca o se tema que lo haga, y destruirlo mediante el uso del poderío militar, tal como hizo él en Granada.

De este breve resumen con que expongo, no juicios sino hechos, brota una comparación con lo que estuvieron haciendo los gobiernos norteamericanos antes de la Segunda Guerra Mundial y desde fines del siglo pasado cuando usaban sus fuerzas armadas para arrastrar a países militar y económicamente débiles a su hegemonía económica; esto es, lo que varias generaciones de latinoamericanos han conocido con el nombre de imperialismo. En la etapa imperialista los gobiernos estadounidenses usaban su poder militar para explotar las riquezas naturales y el trabajo humano de países pequeños, lo mismo si estaban cerca de su territorio —Cuba, Nicaragua, Haití, la República Dominicana, Puerto Rico, Panamá—,como si se hallaban a distancias de varios días de navegación, que era el caso de Guam, Hawai y Filipinas. La explotación requería previa ocupación militar, que en algunos casos acabó siendo ejercida por una mezcla de tropas metropolitanas y policías o soldados naturales del territorio ocupado como sucedió en Puerto Rico, territorio español en el Caribe que ha sido convertido en una colonia aunque toda su población tenga la ciudadanía norteamericana, incluyendo entre los ciudadanos al gobernador de la isla, o en un Estado de la Unión, como es el caso de Hawai.

Tenemos, pues, que en los años del imperialismo llegaban primero los soldados, casi siempre miembros de la Infantería de Marina, y tras ellos los banqueros, los comerciantes; los agentes económicos de la intervención militar, a los que seguían los agentes religiosos, pastores de iglesias protestantes, y los agentes culturales que tenían a su cargo demostrar que en ningún pueblo de la Tierra se vivía con más holgura y seguridad que en Estados Unidos, el paraíso de los ambiciosos donde cualquiera podía hacerse millonario.

Ahora, en la época de las empresas transnacionales no hay necesidad de tomar por medio de las armas un territorio dado porque los llamados inversionistas de dólares tienen a su servicio gobiernos interesados en que se instalen en sus países; ahora la agresión militar se lleva a cabo por miedo, un miedo pavoroso a que el comunismo se expanda por las porciones del mundo desde las cuales puede penetrar en Estados Unidos o puede cercar la tierra del dólar y esterilizarla de tal manera que en ella se acaben los multimillonarios.

Ocurre, sin embargo, que la intervención se ejecuta por miedo al comunismo pero se afirma mediante la instalación de empresas industriales, bancarias, comerciales que se hacen al favor del poder militar interventor y del debilitamiento del poder político del país ocupado. Ese es el caso de la República Dominicana, que fue ocupada por las Fuerzas Armadas estadounidenses por miedo a que en el país se estableciera el comunismo y acabó siendo convertida en una neo-colonia suministradora de trabajo asalariado barato, de facilidades Para montar negocios, lo mismo industriales como la Gulf and Western o la Falconbridge que financieros como el Bank of América, el City Bank o el Chase Manhattan Bank.

En la etapa que podría denominarse de invasión de empresas capitalistas norteamericanas en un país que ha sido agredido militarmente el Gobierno estadounidense se convierte en el agente introductor de las empresas, y en algunos casos ese gobierno es representado por los funcionarios más altos. Así, por lo menos, sucedió en la República Dominicana, donde la Gulf and Western Incoporated, que figura en la conocida lista de Fortune en lugar destacado entre las 500 multinacionales más importantes de Estados Unidos, fue introducida por recomendación directa del presidente Johnson ante el presidente Joaquín Balaguer cuando los dos jefes de Estado se reunieron en Punta del Este, Uruguay, en el mes de abril de 1967. La Gulf and Western inició sus negocios en el país comprando las instalaciones del Central Romana a su propietaria, la South Porto Rico Sugar, y en menos de diez años se había convertido en una potencia industrial, comercial y financiera dueña de negocios de todo tipo entre los cuales estaban, además de la producción y venta de azúcar y furfural, de frutos tropicales, de cemento, grandes instalaciones turísticas con aeropuerto propio, zonas francas y una firma financiera.

La Gulf and Western Industries es un ejemplo de empresa neocolonial establecida mediante el uso del poder estatal de su país de origen, pero es necesario decir que el poder estatal norteamericano no se mantiene en la República Dominicana alimentado únicamente por el peso en la economía de Estados Unidos que tienen empresas como ésa; se mantiene primordialmente por la autoridad que impone el poderío militar de aquel país sobre las Fuerzas Armadas dominicanas. Para la generalidad de las personas, tanto en nuestro país como en los de Europa, América Latina y Estados Unidos, la intervención armada de 1965 terminó cuando las tropas norteamericanas retornaron a sus cuarteles en Puerto Rico y Norteamérica, y sin embargo no sucedió así porque la reorganización de las fuerzas militares dominicanas fue impuesta por los interventores y los que quedaron en las posiciones de mando de esas fuerzas fueron hombres escogidos entre los que habían demostrado lealtad a los principios ideológicos del Pentágono cuyos representantes aquí serían los miembros de la Misión Militar norteamericana. Naturalmente, en casos similares hay siempre excepciones y las hubo también en la República Dominicana, pero en número muy limitado.

El ejercicio de la autoridad militar de Estados Unidos en nuestro país ha tenido muchas manifestaciones y a seguidas vamos a exponer algunas de las más ostensibles porque las que se han hecho de manera encubierta aparecerán en público sólo cuando sea posible examinar sin limitaciones los documentos secretos que se guardan en los archivos del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense.

De las actuaciones conocidas, la más importante fue la misión encabezada por el general Dennins McAuliffe, jefe del Comando Sur (Zona del Canal, Panamá) del Ejército de Estados Unidos, formada por él y por varios coroneles que llegaron al país a cumplir órdenes del presidente Antonio Guzmán, quien, tomó posesión de la presidencia de la República el 16 de agosto de 1978 y se proponía retirar a los numerosos jefes militares que en la noche del 16 al 17 de mayo de ese año habían puesto en ejecución un plan para sustraer la documentación de las elecciones que se habían celebrado el día 16. Los documentos habían sido llevados a la Junta Central Electoral donde estaba haciéndose el conteo de los votos emitidos y las noticias en que se daba cuenta de ese conteo eran transmitidas por estaciones de radio, razón por la cual pasada la media noche empezó a conocerse que los resultados estaban siendo favorables al candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, el señor Antonio Guzmán, y a eso de las 3:30 de la mañana entraron al local de la Junta Central Electoral fuerzas militares que se apoderaron de la documentación y la llevaron a lugares controlados por ellos.

A raíz de ese hecho se declaró en la jefatura de la Policía que el ganador de las elecciones había sido el presidente Joaquín Balaguer, quien mantenía el poder desde hacía años con apoyo político, económico y militar de cuatro gobiernos norteamericanos: los presididos por Johnson, Nixon, Ford y Carter. El Dr. Joaquín Balaguer había sido elegido presidente en el año 1966 con el beneplácito del Gobierno de Johnson, quien le dio toda suerte de respaldo incluyendo el envío desde Miami en aviones que aterrizaban en la base aérea de San Isidro, a 15 kilómetros de la ciudad de Santo Domingo, cargados de urnas llenas de votos falsos; en las elecciones de 1970 no figuró el Partido mayoritario de la oposición, el Partido Revolucionario Dominicano, debido a que el Gobierno no ofrecía garantías de ninguna especie a los activistas electorales de ese partido, y en las de 1974 el PRD se retiró 24 horas antes por la misma razón; pero en las de 1978 la situación había cambiado porque el PRD había abandonado del todo, desde fines de 1973, su línea de oposición a la Gulf and Western y en general a la política de entrega de las tierras y las minas del país a empresas norteamericanas, y con ese abandono pasó a ser la organización política favorita del Gobierno de Estados Unidos, que estaba encabezado en 1978 por Jimmy Carter. Carter en persona dirigió el operativo político y militar destinado a sacar del poder al Dr. Balaguer y llevar a él a Antonio Guzmán y en poco tiempo consiguió que el Dr. Balaguer accediera a reconocer la victoria electoral de Guzmán si a él se le atribuía la victoria en cuatro provincias donde su partido había perdido las elecciones, con lo cual él pasaba a tener mayoría de un asiento en el Senado.
En el orden político, Carter aceptó la propuesta de Balaguer y con él la aceptó Guzmán, pero tanto Carter como Guzmán se reservaron el uso del poderío militar norteamericano Para mostrarlo en el momento mismo en que Guzmán pasara a ser presidente de la República Dominicana, y así se hizo con el envío del general McAuliffe y varios coroneles del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos cuya misión fue ejecutar, pidiéndoles a los afectados que las aceptaran, las órdenes de retiro de varios generales y coroneles dominicanos considerados políticamente adictos al Dr. Balaguer. Posiblemente con esa operación se inició una nueva etapa en el uso del poderío militar estadounidense en condición de instrumento de dominación política en países neocoloniales.

La supervisión de la situación militar y política del país por parte del Pentágono ha estado a cargo, desde agosto de 1978, del propio general McAuliffe, quien volvió a la República Dominicana poco después de su primera visita; del general Robert B. Tanguy, comandante de la División Aérea Sur de la Aviación y vicecomandante en jefe del Comando Sur con asiento en Panamá. El general Tanguy se reunió con el presidente Guzmán el 9 de septiembre de 1979. El 29 de enero de 1980 llegó el mayor general Robert L. Schweitzer, director de Estrategias, Planes y Políticas del Ejército, quien en declaraciones a la prensa dominicana dijo que había venido a brindar apoyo para combatir la subversión comunista y para “fortalecer con nuestros amigos de la República Dominicana las acciones políticas, sociales, económicas y militares que podamos hacer juntos frente a esa amenaza comunista”, y afirmó que Estados Unidos “sabe bien la posición estratégica que tiene la República Dominicana, especialmente porque está ubicada entre el Canal de la Mona y el Paso de los Vientos y ésa es una razón por la que todos los barcos que se dirigen al Canal de Panamá necesitan pasar por aquí”.

Apenas mes y medio después, el 14 de marzo, llegó el almirante y general de cuatro estrellas Harry D. Train, jefe de la flota, y también él hizo declaraciones sobre el peligro del “avance del comunismo”; el 12 de mayo vino el teniente general Wallace Nutting, nuevo jefe del Comando Sur del Ejército con sede en Panamá; el jefe de la Fuerza Aérea del mismo Comando, el general James Walters, se reunió el 30 de septiembre con el presidente Guzmán; el 1º de junio de 1981 llegó, en condición de enviado especial del presidente Reagan, el teniente general retirado Vernon Walters, conocido como agente político-militar al que se le atribuye estar muy versado en los problemas políticos y militares de la región del Caribe.

El general Robert L. Schweitzer volvió al país al comenzar el mes de agosto de 1983 en calidad de presidente de la Junta Interamericana de Defensa y se entrevistó con el presidente Jorge Blanco; menos de dos meses después, el 27 de septiembre, vino acompañado de varios oficiales el mayor general William E. Masterson, vicecomandante en jefe del Comando Sur y comandante de la División Aérea de ese Comando en Panamá; el 19 de marzo de 1984 llegó el almirante Ralph Hedge, jefe de la Fuerza Naval de Estados Unidos en el Caribe, y un año después, el 19 de marzo de 1985, llegó el jefe de la Flota Atlántica y del Comando Naval de Estados Unidos, almirante Wesley McDonald, quien declaró en rueda de prensa que Estados Unidos intervendría militarmente el país si el Gobierno dominicano lo solicitaba y si las circunstancias del momento lo aconsejaban; reafirmó el respaldo militar norteamericano a la República Dominicana e hizo los consabidos señalamientos anticomunistas. El presidente Jorge Blanco, a quien el militar estadounidense no había visitado, por lo menos públicamente, visitó el portaviones Nimitz, en el cual viajaba el almirante McDonald.

Aunque parezca innecesario, debo decir que las visitas de los jefes militares mencionados en estas páginas fueron acompañadas de exhibiciones de poder naval y aéreo porque en la mayoría de los casos vinieron al país en transportes de guerra que eran aviones o portaviones, fragatas y destructores armados de cohetes, todo lo cual se ha estado haciendo para dejar en el ánimo de los militares dominicanos, y por lo menos de una parte de nuestro pueblo, la idea de que el poderío militar de Estados Unidos es invencible.

En resumen, lo que surge de un análisis de las causas que dieron origen a la intervención armada de Estados Unidos en la República Dominicana iniciada el 28 de abril de 1965 con el pretexto de que en nuestro país se había producido un levantamiento comunista es la convicción de que con esa acción Estados Unidos dejó atrás la etapa del imperialismo impulsado por razones económicas que había sido su política de penetración y dominación mundial desde fines del siglo pasado hasta mediados del actual y pasó a actuar en el terreno militar en forma de agresión armada defensiva por miedo a la instauración del comunismo en territorios que el capitalismo norteamericano consideró desde los tiempos de Monroe reservas destinadas a ser usadas por él.

La Revolución Rusa no alarmó a los capitalistas estadounidenses mientras no apareció en uno de esos territorios que habían sido considerados reservas para ser explotadas por ellos. La alarma primero y el miedo después a ese sistema social, político y económico que reemplaza al capitalismo apareció en Estados Unidos cuando quedó instalado en Cuba, y aun desde antes, puesto que fueron las sospechas de que la Revolución Cubana era comunista lo que provocó la formación de la fuerza expedicionaria llamada a penetrar en Cuba por Bahía de Cochinos.

El miedo del Gobierno de Eisenhower al establecimiento de un régimen comunista en Cuba llevó al gobierno revolucionario cubano a apoyarse en la Unión Soviética, primero económicamente y después en la ayuda militar, única manera de sobrevivir a las amenazas políticas y las medidas económicas que le llegaban de Estados Unidos y por fin a la convicción de que por órdenes del presidente Eisenhower la CIA estaba organizando una fuerza armada de cubanos que habían pasado a vivir en Estados Unidos.

La expansión del llamado comunismo, que en realidad es socialismo y puede tardar hasta cien años en pasar a ser comunismo, aterra a los capitalistas de Estados Unidos y con ellos a sus representantes políticos a tal punto que una isla minúscula del Caribe como es Granada le pareció al Gobierno del presidente Reagan un continente gigantesco lleno de cohetería y toda suerte de armas imbatibles destinadas a aniquilar no sólo el poderío sino la población entera de Norteamérica. En la República Dominicana, donde el año 1965 no había cien comunistas, el miedo de Johnson y de todos los altos funcionarios de su gobierno dio lugar a la intervención armada cuyas causas se estudian en estas páginas, pero esa intervención creó una fecha histórica, y con ella una bandera de lucha por la liberación nacional alrededor de la cual se organizan los mejores hijos del Pueblo.

En el escudo de esa bandera figuran los mártires de 1965 y dos nombres de jefes militares que entraron en la historia nacional: Francisco Alberto Caamaño y Rafael Fernández Domínguez.
A ellos dedica el autor estas páginas.





Francisco Caamaño Deñó, coronel constitucionalista en 1965 y presidente interino de la república durante la guerra de abril. Máximo líder militar de la Revolución de Abril después de la caída en combate del joven coronel Fernández Domínguez. Después de negociar el cese al fuego con los militares americanos, se fue al exilio en Europa. De ahí viajó a Cuba donde se entrenó en guerra de guerrilla. En 1973 desembarcó en Playa Caracoles con 8 combatientes. Fue capturado herido y fusilado el 16 de febrero en San José de Ocoa.
 











La guerra de abril de 1965: los muertos que nunca se pudieron contar

Alejandro Paulino Ramos
Historiador, Academia Dominicana de la Historia
14 de mayo, 2014

SANTO DOMINGO, República Dominicana (Alejandro Paulino Ramos). Los historiadores dominicanos han calculdos el número de muertos durante la Revolución de Abril en unos 5,000, incluyendo civiles y militares; pero no existe una estadística exacta y creíble de las personas que perdieron las vidas o desaparecieron en la contienda civil, ya que los organismos oficiales no pudieron determinar el paradero de cientos de desaparecidos y además, porque muchos civiles fueron asesinados, sus cuerpos desaparecidos y los familiares, posiblemente por miedo, no reclamaron sus cadáveres ni indagaron sus paraderos. En los días posteriores a la revolución de Abril se habló de enterramientos en fosas comunes en la zona de Yamasa y la Victoria, así como en otros lugares en la periferia de la Capital, pero eso nunca pudo ser confirmado.

En el periódico Listín Diario del 9 de noviembre de 1965, apareció la información dada por la Cruz Roja Internacional: 2,850 dominicanos muertos entre el 24 de abril y el 12 de julio, aunque se aclara que la cifra pudo ser más elevada. “No se ha registrado el total porque muchos muertos fueron recogidos por los familiares y algunos enterrados en el mismo lugar donde morían”.

En medio de la contienda, la Cruz Roja realizó 150 incineraciones y recogió 3,000 heridos, los que fueron trasladados en ambulancias y otros tipos de vehículos a los distintos hospitales y clínicas privadas; efectuó 4,000 evaluaciones de personas y realizó 4,500 servicios de emergencias. Más de 200,000 personas fueron vacunadas para evitar las epidemias que amenazaban con afectar la población de la capital. En aquellos días se expandió una enfermedad de la piel que muchos comenzaron a llamarle “guachipa” y otros la señalaban como “la peseta”.

Unos 300 policías, dice el informe, murieron o desaparecieron durante la revuelta de abril. Esta cifra aparece en el Listín Diario del 30 de noviembre de 1965, pero en el periódico se explica que la cifra exacta no se podía determinar hasta tanto no se reintegraran a sus cuarteles todos los agentes que participaron en la guerra. Además, entre los muertos y desaparecidos se incluyeron a muchos desertores que se encontraban o se fueron al interior del país y que presumiblemente no tuvieron interés en seguir en las filas de la Policía.

Muchos de estos salvaron sus vidas durante el asalto a la Fortaleza Ozama, cuando lograron cruzar a nado el río Ozama y cruzar a la parte oriental de la ciudad, bajo control de las tropas de Wessin y Wessin. Al momento del asalto, en la fortaleza había aproximadamente una cantidad cercana a los 1,000 policías y muchos de ellos quedaron como prisioneros de las fuerzas rebeldes, pero sus vidas fueron respetadas por los constitucionalistas.

Aunque todavía los historiadores dominicanos no se han puesto de acuerdo en relación a la cantidad de muertos, heridos y desaparecidos en la contienda civil, Hamlet Hermann, en su libro "Eslabón Perdido; gobierno provisional 1965-1966", página 89, publicado en el 2009, reconstruye una parte de las estadísticas de aquellos cinco meses de lucha civil-militar:
“Parecía no bastar a los militares que durante los primeros 85 días del reciente conflicto armado, entre el 24 de abril y el 17 de julio de 1965, la Cruz Roja Dominicana comprobara y registrara 2 mil 850 civiles dominicanos muertos”.

“Las bajas estadounidenses durante los combates fueron estimadas por sus propios organismos en 44 muertos y 172 heridos. De parte de las tropas dominicanas que se plegaron a los invasores hubo 500 muertos de las Fuerzas Armadas y 325 de la Policía Nacional. Entre los combatientes constitucionalistas se estimaron en 600 los muertos. Los heridos en sentido general fueron estimados por la Cruz Roja en cerca de 3 mil”.

“Un estimado razonable de las bajas producidas durante la crisis dominicana de 1965, muertos y heridos, podría señalarse entre seis y siete mil personas. (Véase Palmer, Bruce; Intervention in the Caribbean; the Dominican Crisis of 1965, The University Press of Kentucky, 1989, página 137)”.

Estas son las cifras más cercanas sobre los muertos, heridos y desaparecidos en medio de la guerra de abril de 1965; pero nadie se ha sentado a contar, con informaciones fidedignas, la cantidad de prisioneros, fusilados, ni los torturados en manos de las tropas del CEFA y de lo que para entonces eran las tropas de San Isidro, que fueron las fuerzas más beligerantes en la lucha por evitar el regreso a la vida democrática y constitucional. Algún día lo sabremos, esperemos








sigloxxdominicano.blogspot.com


Entradas más populares de este blog