1978-2000



1978: El PRD puso fin a la era de Balaguer


Hoy.com.do


Como trapacería encaminada a desconocer la voluntad popular, el  fallo histórico que emitió la JCE  luego del juntazo y el gacetazo, manchó las elecciones del 1978, ganadas por el PRD.
Como trapacería encaminada a desconocer la voluntad popular, el  fallo histórico que emitió la Junta Central Electoral (JCE)  luego del juntazo y el gacetazo, manchó las elecciones del 1978, de las que el candidato presidencial ganador, Silvestre Antonio Guzmán Fernández, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), recibió un poder mutilado.

Para muchos analistas e historiadores este dictamen fue el resultado de una negociación de aposento que, mediante maniobras, truchimanerías y represión impuso el entonces presidente Joaquín Balaguer, a la sazón candidato presidencial del Partido Reformista (PR), para que la JCE le adjudicara cuatro senadurías y una diputación que no ganó.

Autores como Sandino Grullón, en su libro Historia electoral dominicana, y Ángela Peña, en Campaña y crisis electorales,  atribuyen la actitud del líder reformista a un interés de controlar el Senado para evitar que los responsables de  actos de corrupción durante su gobierno de los 12 años pudieran ser juzgados por el Congreso.

Partidos y candidatos. Los candidatos presidenciales y vicepresidenciales de las agrupaciones políticas participantes fueron Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, del PRD; Joaquín Balaguer-Carlos Goico Morales, del PR; Juan Bosch-Rafael Alburquerque, PLD; Narciso Isa Conde-Pericles Franco, PCD; Elías Wessin-Rafael Rosario Galán, PQD; Jaime Manuel Fernández-Milciades Herrera Báez, MCN; Francisco Augusto Lora-Manuel Enrique Tavárez Espaillat, Mida; Luis Homero Lajara Burgos- Rafael Isidro Portorreal, PDP, y Alfonso Lockward-Héctor Livio Peña López, PRSC (Partido Revolucionario Social Cristiano).

Alianzas.  El PRD o partido del jacho prendío participó junto a la Alianza Social Demócrata (ASD) en el denominado Acuerdo de Santiago, y el Movimiento Nacional de la Juventud (MSJ) se fusionó al PR o partido del gallo colorao.

Mientras, el Movimiento de Integridad Democrática (Mida), el Partido Quisqueyano Demócrata (PQD) y el movimiento de Conciliación Nacional (MCN) formaron una coalición denominada Oposición Unida, que llevó como candidato presidencial a Francisco Augusto Lora y a Manuel Enrique Tavárez Espaillat, a la vicepresidencia

En estas elecciones, Balaguer, casi ciego, buscaba su tercera reelección como el Candidato de la paz, apoyado en su programa de viviendas y otras construcciones y su alegada justicia social, aunque su fuerte estaba, según analistas del proceso, en una maquinaria militar que reprimía a los opositores reales o sospechosos.

De hecho, las cárceles estaban llenas de presos políticos, que Balaguer consideraba políticos presos, y el aparato militar y policial se mantenía activo para reprimir cualquier protesta estudiantil o de partidos de izquierda, de cuyos miembros no pocos cayeron abatidos a tiros.

Por su lado, el PRD y su candidato Antonio Guzmán, con el lema de El cambio, tras su no participación en los comicios del 1970 y su retiro, como Acuerdo de Santiago, en los del 1974, a causa de la represión, habían decidido, como pregonaba su secretario general,  José Francisco Peña Gómez, que esta vez las huestes del  partido del buey que más jala sacarían a Balaguer del poder con una montaña de votos blancos que absorbería cualquier fraude.

El Juntazo.  La crisis política del 1978 se inició el mismo 16 de mayo en la noche con la citada irrupción militar, que el pueblo denominó como el juntazo, al centro de cómputos de la JCE, cuando el escrutinio del 25 por ciento de los sufragios situaba al PRD por encima del PR.

Al detenerse el conteo, creció la tensión y el partido colorado recusó al presidente de la JCE,  Manuel Joaquín Castillo, y reclamó elecciones complementarias en 11 municipios alegando que el proceso estaba viciado por el fraude.

El Gacetazo.  A la recusación del licenciado Castillo siguió el Gacetazo, denunciado por los juristas Rafael F. Bonelly,  Jottin Cury y Ramón Tapia Espinal, quienes revelaron la alteración de una ley mediante la cual se modificaba la Ley Electoral para facultar a la Junta para que celebrara las elecciones complementarias que demandaban los reformistas.

Fallo Histórico. Al acoger la impugnación del PR sobre alegados trastrueques, exclusiones e inclusiones ilegales en el padrón electoral, la JCE, presidida de manera provisoria por Hugo Vargas Suberví, e integrada por Luis Augusto González Vega y Danilo Santana, adjudicó  al partido colorado, mediante resolución del siete de julio, las senadurías de María Trinidad Sánchez, Bahoruco, El Seibo y La Altagracia, que había ganado el Acuerdo de Santiago.

Esta decisión, ilegal para muchos, fue bautizada por la población como el fallo histórico.
Patriótico o monstruoso. Mientras Balaguer consideró el fallo de la JCE como un acto patriótico, Guzmán lo calificó de  monstruoso, pero llamó al pueblo a mantener la calma y a esperar  el resultado de una instancia legal que buscaría revertir el dictamen, pero esa acción nunca fue encaminada
Editoriales de medios de prensa y opiniones de analistas planteaban que la JCE había decidido, mediante una resolución insólita, suplantar la voluntad popular expresada en las urnas.

Ya el PRD se proponía realizar una Jornada Cívica en contra de la decisión de la JCE que le quitaba las cuatro senadurías, pero la actividad fue suspendida por recomendación de la Iglesia y personalidades que le advirtieron sobre una crisis mayor que lo habría dejado fuera del poder.

Resultados. Fueron emitidos 1,655,707 votos válidos distribuidos a razón de 855,765 del PRD; 698,163 del PR;  18,375 del PLD, y el resto para las citadas fórmulas electorales minoritarias.
El país contaba entonces  con unos 4.5 millones de habitantes, según se deduce al proyectar el censo del 1970, cuando había 4,009,458 personas, y  el del 1981, que registró una población de 5.545,741.

Presión internacional fue decisiva

En gran medida los resultados traumáticos y perjudiciales para la alianza triunfante fueron acordados, según  analistas e historiadores de entonces,  por el propio PRD, a regañadientes; el presidente Joaquín Balaguer y su partido y la comunidad internacional en procura de una salida a la crisis y evitar un golpe de Estado militar.

Desde el primer momento, es decir, a partir del juntazo o irrupción militar en la JCE el mismo 16 de mayo, los presidentes de los Estados Unidos, Jimmy Carter, y de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, así como  delegados de otras naciones y de la Organización de Estados Americanos (OEA), presionaron a Balaguer para que aceptara la derrota y evitara así  una profundización de la crisis.

Traumáticas
Las opiniones recogidas en medios de prensa de la época, así como el cotejo con los procesos comiciales posteriores, concluyen en que las del 1978 han sido las elecciones más traumáticas de la historia electoral dominicana.

Resultados de las elecciones de 1978

PARTIDOS VOTOS

PRD 855,765
ASD (ALIADA) 11,147
PR 698,163
UCN (ALIADA) 13,715
PLD 18,375
MCN, MIDA PQD 27,095

Las claves

1. Hugo Vargas Suberví
Como presidente provisorio de la Junta Central Electoral (JCE), correspondió al doctor Vargas Suberví anunciar el célebre fallo histórico de las elecciones.

2. Doctor Peña Gómez
El secretario general del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) jugó un rol protagónico al lanzar al ruedo al Acuerdo de Santiago, seguro de que superaría el fraude.

3. Álvarez Bogaert
El licenciado Fernándo Álvarez Bogaert fue obligado a renunciar a la candidatura vicepresidencial reformista.





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Elecciones de mayo de 1978: Campaña electoral, las votaciones y los resultados
Sergio Mercado
El Caribe

Estos sufragios marcaron el fin de la era de los 12 años de Balaguer

Hoy finalizamos con este trabajo sobre los comicios de mayo de 1978. Para el 15 de febrero del año que nos ocupa, la Junta Central Electoral (JCE) proclamó la apertura oficial al período electoral de esos sufragios, sin embargo los partidos políticos ya habían iniciado sus actividades proselitistas antes de la fecha establecida, creando una batalla campal con la divulgación de informaciones en los medios de comunicación, tanto radial como televisivos. Sumado a esto se originó una guerra de letreros de corte políticos y afiches propagandísticos, pintada de árboles, aceras y contenes, bancos de asientos en el malecón, postes del alumbrado público y de señales de tránsito, con colores del Partido Reformista. Este grupo político, además, colocaba en las viviendas de personas ajenas a su voluntad sus propagandas políticas y si estos protestaban, serían sancionados por la denominada banda colorá.

Un hecho que nos llamó la atención fue la publicación de un diario nacional de la época, la cual explica que los activistas del partido colorao’, iban por calles y avenidas eliminado todas las propagandas políticas que no perteneciera al oficialista, los cuales eran pintados con pintura roja de su partido, y para el colmo amenazaban con acto violento al que se opusiera a sus acciones. Todo esto, pese a que el 12 de enero del 1978 el jefe de la Policía Nacional, mayor general Neit Rafael Nivar Seijas, había informado que haría cumplir “cabalmente la ley que prohíbe embadurnar de pinturas y propagandas políticas los lugares públicos y privados”. Esa Ley es la 558, del 12 de septiembre de 1973.

Luego de establecida oficialmente la fecha de inicio de la campaña electoral, el 15 de febrero mencionado, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) inició su campaña electoral con una caravana de vehículos, movilizando a millares de personas que recorrieron varios sectores de esta capital, encabezada por el candidato a la Presidencia, Silvestre Antonio Guzmán Fernández y el y vicepresidencial Jacobo Majluta, además, participaron en ese desfile altos dirigentes perredeístas como Francisco Peña Gómez y Franco Badía. La campaña electoral del (PRD) se centró en promover un cambio para el pueblo dominicano. Mientras que el PR se caracterizó por llevar una campaña con el lema de paz. Los reformistas iniciaron su campaña electoral en Jarabacoa, con una caminata de 1000 jinetes, el cual estuvo encabezado por 12 bellas jóvenes que representaron los 12 años gobiernos de Balaguer. Cada uno de estas organizaciones realizó un sinnúmero de caravanas, mítines, concentraciones, entre otros actos, con el fin de conseguir el voto de los ciudadanos. Los demás partidos realizaron sus campañas electorales en todo el país al igual que los dos antes mencionados. Según informó un alto dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), de ese entonces, Hatuey Decamps, el partido de gobierno utilizó aproximadamente 15 millones de pesos en su campaña electoral.

Estas dos agrupaciones políticas eran las dos favoritas entre los votantes dominicanos, así lo confirmaron varias firmas encuestadoras del país, tales como CIFAS, CIMERS, entre otros. Tanto el PRD como el PR afirmaban su triunfo en el Distrito Nacional, por ser el lugar de mayor fuerza electoral en todo el territorio nacional.

Participaron en esas elecciones un total de 8 candidatos presidenciales, junto a sus compañeros de boletas, sustentados por unos 8 partidos políticos y cuatro movimientos independientes. La principal fuerza política del país, en ese entonces era el Partido Reformista (PR), que llevó en su boleta electoral a Joaquín Balaguer, como candidato presidencial y quien además era el presidente de la República en ese momento y la mayor fuerza de la oposición la ocupaba el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) con Antonio Guzmán Fernández como postulante a la Presidencia, los demás candidatos presidenciales fueron, Francisco Augusto Lora, de la Oposición Unida, formada por los movimientos de Integración Democrática (MIDA) y de Conciliación Nacional (MCN) y el Partido Quisqueyano Demócrata (PQD); Luis Julián Pérez, del Movimiento de Salvación Nacional (MSN); Alfonso Lockward, del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC); Luis Homero Lajara Burgos, del Partido Demócrata Popular (PDP); Narciso Isa Conde, del Partido Comunista (PCD) y Juan Bosch, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Para esos comicios, también fueron escogidos los cargos a senadores, diputados y más de 400 cargos municipales, entre ellos, síndicos y regidores para el
cuatrienio 1978-1982.

Población de votantes del 78:

Para esas elecciones, el Registro Electoral contaba con una población de votantes de 2,282.61 dominicanos. La población electoral del Distrito Nacional era de 597,798; Santiago con 170,227 y San Cristóbal con 86, 166. Esas elecciones le costaron al Estado dominicano 4.2 millones de pesos, según la publicación de un diario nacional de fecha 11 de mayo 1978.

Proceso de votaciones:

Las elecciones generales del martes 16 de mayo de 1978, marcaron la consumación de la era de los 12 años de gobiernos de Joaquín Balaguer, que inició en el 1966 y finalizó en el 78. Estos sufragios fueron muy concurridos por los ciudadanos dominicanos que desde muy tempranas horas de la mañana se apostaron en las filas de sus recintos electorales para votar por su candidato favorito. La prensa de ese año registra que a medida que transcurría el proceso, se presentaron ciertas irregularidades que afectó directamente a los electores, quienes se quejaban porque sus nombres no figuraban en el listado de electores de las mesas donde les tocaba ejercer su derecho al voto, así también se unieron a las quejas dirigentes del oficialista y de la oposición que presentaron el mismo caso. Dada esta situación, la Junta Central Electoral se vio en la obligación de emitir una resolución que le permitió al votante poder sufragar en un sobre de boletas observadas. Otra situación presentada, fue que a última hora se realizó el cambio de varias mesas electorales, sumado a estos problemas, Marcio Mejía Ricart, suplente de delegado ante el organismo electoral, informó de varias boletas de color blanco que aparecieron en la mesa 1271, pertenecientes a la Unión Cívica Nacional.

Pese a todo esto, una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA) que supervisaba las elecciones, la calificó como “tranquila, ordenada y armónica”. Esta comitiva estuvo formada por los expresidentes Misael Pastrana Borrero, de Colombia; Galo Plaza, de Ecuador y Julio C. Méndez Montenegro, de Guatemala.

Otro hecho que reseña uno de los diarios que guardamos en nuestros archivos, fue la denuncia que realizó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), sobre la ocurrencia de “graves irregularidades”, en mesas situadas en los distintos barrios de la capital que fueron promovidas por civiles y militares con inclinación al Partido Reformista. Ese mismo documento explica que un oficial de la Fuerza Aérea Dominicana de quien no se supo su nombre, intervino en el proceso de las votaciones en Villa Duarte y ordenó al presidente de la mesa 1,026 que dejara que un grupo de damas que él llevó al lugar ejercieran el voto, a pesar de que estas no estaban inscriptas en esa mesa. Tras finalizar el proceso de las votaciones, ocurrieron varios incidentes callejeros y esporádicos tiroteos en horas de la noche del 16 de mayo. Pero en sentido general esos comicios transcurrieron en completa calma.

Luego de que la JCE emitiera el primer boletín transmitido por radio y televisión del 25 % del conteo de los votos, el cual daba como parcial ganador al candidato presidencial del PRD, quien aventajaba con 108,000 votos a su oponente Reformista, fue irrumpida la madrugada del 17 de mayo, a las 4:12 am, por parte de efectivos militares dirigidos por un oficial del Ejército, de apellido Benoit, quienes ocuparon las instalaciones de la entidad, incautandos los equipos de transmisión de radio y televisión, hicieron salir a los delegados y empleados que allí se encontraban, y el edificio quedó cerrado bajo custodia. Pasadas unas 20 horas, la Junta rompió el silencio al informar que se tomarían medidas para completar los cómputos municipales. Ese mismo del 17, pero en horas de la noche, el presidente Balaguer envió una carta a los observadores de la OEA, a quienes informó que lo sucedido en la madrugada del 16 estaba ajeno a la JCE, “así como a los departamentos oficiales” y en el mismo anunció su compromiso de la reanudación del conteo.

Finalmente el 27 de mayo, la JCE anunció a Antonio Guzmán ganador de las elecciones.






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¿Por qué se suicidó Antonio Guzmán?

Juan Daniel Balcácer
Historiador, Academia Dominicana de la Historia

El capítulo VI del libro “Guzmán, su vida, gobierno y suicidio” , escrito por José Báez Guerrero, está dedicado a examinar el Gobierno que presidió Antonio Guzmán Fernández, pero no me detendré en su contenido debido a que me centraré en la parte esencial de la obra que, evidentemente, está conformada por los capítulos VIII, IX y X, en los que el autor ofrece una impresionante reconstrucción de los momentos finales del Presidente Guzmán y describe con admirable precisión algunas de las que, a su juicio, fueron las causas del suicidio, su agonía y los hechos que sucedieron entre el instante en que se produjo el fatídico disparo en el Palacio Nacional y la hora en que el primer mandatario de la nación expiró, lapso que Báez Guerrero denominó “la más larga madrugada”.

En la introducción a su libro, Báez Guerrero plantea que el tema del suicidio del presidente Guzmán con muy escasa frecuencia ha sido abordado desapasionadamente y que en torno del trágico episodio “se han tejido diversas leyendas políticas” que el autor se esfuerza por examinar y esclarecer a lo largo del texto.

Entre esas leyendas, destaca el autor, sobresalen el rumor de que hacia el final de su administración el presidente Guzmán se hallaba agobiado por diversos problemas de Estado, además de las constantes acusaciones de actos de corrupción en los que supuestamente habrían incurrido algunos de sus funcionarios de mayor confianza, entre ellos su propia hija, la licenciada Sonia Guzmán de Hernández. En adición a estos infundados rumores, propalados con fines nada bondadosos por sus adversarios políticos, también se afirma que desde el litoral del presidente electo, Salvador Jorge Blanco, se asediaba constantemente al presidente Guzmán advirtiéndole de que tan pronto se produjera el traspaso de mando, él sería objeto de un proceso judicial acusado nada menos que de haber permitido irregularidades administrativas durante su gestión de gobierno.

Báez Guerrero descree de la verosimilitud de esas acusaciones, que en su gran mayoría juzga sin fundamento, y, lo más importante, analiza el suicidio del presidente Guzmán desde una perspectiva que permite examinar diferentes componentes causales; esto es, no como un hecho aislado sino como el resultado de una serie de factores que gravitaban en la psiquis de Antonio Guzmán desde mucho antes de escalar a la primera magistratura del Estado.

Al tratar de reconstruir los últimos días de Antonio Guzmán Fernández y adentrarse en el análisis de las posibles causas que le indujeron a tomar la decisión de quitarse la vida de un pistoletazo, Báez Guerrero es de opinión de que el entonces Presidente de la República “tenía muchos otros motivos, quizás de igual o mayor magnitud, para entrar en el proceso de tristeza progresiva y pérdida de esperanza que causa una depresión como la que le llevó a darse un tiro en su despacho del Palacio Nacional”.

Asimismo, el autor del libro que comentamos considera que Guzmán, al decidir suicidarse, obró movido por “una patología endógena que era propia a su idiosincrasia, [en adición] exacerbada por las presiones que sentía al creer un fracaso su gestión como gobernante”; de lo que se infiere que las causas de la muerte del presidente Guzmán obedecieron a múltiples factores y no pueden imputarse exclusivamente a la indocumentada acusación de corrupción administrativa que los rumores atribuían a algunos de sus colaboradores más íntimos, ni tampoco a las “alegadas amenazas proferidas por Jorge Blanco”, a pesar de que, según Báez Guerrero, en cierto modo “las presiones de su viejo rival, una vez era Presidente electo, lo afectaron profundamente”.

A raíz de las reflexiones que anteceden, Báez Guerrero sugiere que “los presidentes necesitan disponer de asistencia médica capaz de detectar los síntomas en caso de que se embarquen en la travesía hacia la delusión o la privación del juicio o la razón.” Y agrega: “Pero, ¿quién puede juzgar la salud mental de la persona cuyos juicios son como sentencias, cuyas pasiones no merecen dudas, cuyas fragilidades deben esconderse porque debilitan la función que representa? De todos los comentaristas que escribieron sobre la muerte de Guzmán, sólo uno -el doctor Julio Hazim- tuvo la agudeza de sentenciar lo evidente: “nunca ocultó demasiado su intención.

No cabe duda de que sólo un médico de formación y profesión, como el doctor Julio Hazim, quien además es un comunicador de singular agudeza y perspicacia en sus juicios sobre diferentes temas de interés nacional, u otros de sus colegas del área de la siquiatría o la sicología, estaba en condiciones de detectar el aparente estado de desconexión con la realidad política del país que abatía al Presidente y de haber sostenido, luego de ocurrida la tragedia, “que Guzmán nunca ocultó demasiado su intención”. Una de las interrogantes que en ocasiones suscita la descripción que hace Báez Guerrero en su libro en torno al estado síquico del entonces Presidente de la nación, es cómo fue posible que ni sus colaboradores más cercanos ni sus médicos se percataran del estado melancólico que evidenciaba Guzmán en los días previos a su trágica determinación de quitarse la vida.

II

En torno del tema de la salud de los Presidentes, José Báez Guerrero insiste, en la página 370 de su citada obra que “tanto la salud física como mental de los Presidentes de la República, merece un escrutinio mayor de parte del público y una mejor supervisión de alguna autoridad competente”.

Soy de opinión de que respecto de este tema el distinguido periodista y escritor se desplaza sobre arena movediza. Es obvio que los Presidentes, sean dominicanos o de cualquier otro país, dentro de su numeroso equipo de colaboradores, cuentan permanentemente con médicos asistentes de diferentes especialidades de la medicina. Pero, como se trata de los Primeros Ejecutivos de la nación, es evidente que el tema de su salud por lo general sea manejado como un asunto de Estado y no siempre -salvo que se trate de afecciones menores- el mismo es materia de debate público.

Tal vez muchos dominicanos recuerden el hermetismo con el que rodeaba todo cuanto atañía a la vida personal, por ejemplo, de Joaquín Balaguer. Su estilo de trabajo, su exclusiva dedicación a la actividad política y al arte de gobernar, y el misterio con que tanto él como sus asesores manejaban sus asuntos personales, hizo creer a muchos ciudadanos que Balaguer siempre disfrutó de una salud perfecta y que jamás padeció de una simple afección gripal. Sin embargo, cuando devinieron evidentes las manifestaciones de sus problemas visuales (se recordará que en una alocución televisada no pocas personas comprobaron que cuando el mandatario gesticulaba, sus manos inadvertidamente chocaban con el micrófono), el tema devino asunto público y el propio Balaguer admitió sus deficiencias visuales.

Posteriormente, tras ocho años fuera del poder, y a despecho de que ya había perdido totalmente la facultad de la visión, además de que experimentaba mayores limitaciones físico-motoras, Joaquín Balaguer retornó a la Presidencia de la República en 1986 y se mantuvo gobernando el país hasta 1996, con la participación de un reducido equipo de sus colaboradores de mayor confianza. Han transcurrido varios años del fallecimiento de Joaquín Balaguer y ninguno de los facultativos que durante años le brindaron asistencia profesional se ha referido a los problemas de salud que afectaron al mandatario durante el ejercicio de sus elevadas funciones.

En Europa y en Estados Unidos el tema de la salud de los Presidentes también es tratado con mucha discrecionalidad, y sólo cuando algunos padecimientos devienen inocultables, entonces los medios de comunicación y la opinión pública se mantienen enterados de la evolución de los mismos, por lo general a través de un vocero autorizado de la casa de Gobierno. Jefes de Estado, como Adolfo Hitler, Woodrow Wilson, Franklyn Delano Roosevelt y Winston Churchill, para sólo citar unos cuantos ejemplos, durante el ejercicio de sus respectivos mandatos padecieron, unos de “anormalidades síquicas”, otros de deficiencias físico-motoras o de accidentes vasculares, y, sin embargo, se mantuvieron conduciendo los asuntos de Estado a pesar de los consejos de algunos de sus facultativos y asesores en sentido contrario.

A continuación cito algunos textos que versan sobre el tema de la salud de los gobernantes a escala mundial: “El poder enfermo. La salud de diez líderes políticos del siglo XX”, del doctor Francisco J. Flores Tascón (Madrid, 1996); “When illness strikes the leader. The dilemma of the captive King”, escrito por Jerrold M. Post y Robert S. Robins (New Haven, London, 1993); “Aquellos enfermos que nos gobernaron”, de Pierre Accoce y Pierre Rentchnick (Barcelona, 1976); “Locos egregios”, de Juan Antonio Vallejo Nájera (Madrid, 1982); y los ensayos “Retrato sicológico del Presidente Thomas W. Wilson”, de Sigmund Freud; y el titulado “Consideraciones sobre poder político y psicopatología”, de Vallejo Nájera, incluido en su obra anteriormente citada.

A lo largo del libro escrito por Báez Guerrero no se revela si el autor tuvo o no acceso a una patografía del entonces Presidente de la República, es decir, a una historia clínica del personaje que permitiera constatar si sus facultativos personales habían detectado alguna manifestación de embotamiento mental o de profunda melancolía o algún síntoma de arterioesclerosis que de alguna manera pudiese haber minado su capacidad de discernimiento político y su estabilidad emocional, induciéndolo a considerar erradamente que su administración había resultado en un fracaso político. Es probable que los más cercanos colaboradores de Antonio Guzmán confundieran con un simple estado de melancolía ciertas manifestaciones patológicas que han padecido no pocos líderes políticos cuando son conscientes de la proximidad del fin de la administración que han encabezado, toda vez que es en esta fase de su existencia en la que devienen presa del denominado síndrome de “la soledad del poder”.

Habrá quienes consideren que parte de las reflexiones antecedentes no son más que simples conjeturas. Sin embargo, lo verdad, la que no desnaturaliza los hechos con elucubraciones o suposiciones, sino que parte del hecho históricamente concreto, confiable y comprobable, es que la noche del 3 de julio de 1982, el entonces presidente de la República, Antonio Guzmán Fernández, en un pequeño salón contiguo a su Despacho en el Palacio Nacional, decidió quitarse la vida mediante un tiro en la cabeza; y las verdaderas causas de esa trágica decisión todavía permanecen en la bruma del misterio. Evidentemente que el tema es muy sugestivo e interesante y, naturalmente, su dilucidación escapa a la competencia del historiador. Ojalá y que algunos de nuestros especialistas en el alma humana, como los doctores César Mella, Fernando Sánchez Martínez, Enrique Silié, Huberto Bogaert, Pedro Pablo Paredes, y otros no menos connotados especialistas, se interesen por el tema y nos ilustren con sus autorizadas reflexiones y consideraciones.


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Salvador Jorge Blanco, Presidente

Julio M. Rodríguez
La Información
24 de julio, 2015

El encono de las rivalidades internas en el PRD, se manifestaron de nuevo durante la presidencia de Salvador Jorge Blanco.

Esta vez la rivalidad sería entre el presidente Jorge Blanco y quien había sido el vicepresidente del presidente Guzmán, el licenciado Jacobo Majluta, quien ocuparía la presidencia del senado. José Fco. Peña Gómez y el licenciado Hatuey Decamps, iniciarían este período como aliados del doctor Jorge Blanco.

La situación económica del país era agobiante.

La deuda del gobierno andaba por los 2,300 millones de dólares y teníamos un desequilibrio en la balanza de pagos. El Presidente pensó que un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo sacaría de apuros.

El FMI estaba en esos años bajo la orientación de los llamados Chicago Boys del economista Milton Friedman, quienes creían en que los ajustes económicos a pesar de que provocaran protestas inicialmente de parte de la población, terminarían por enderezar la economía y traer tiempos de prosperidad.

En enero de 1983, Jorge Blanco firmó un “acuerdo de facilidad ampliada” con el FMI donde se le facilitaron 460 millones de dólares. y se aplicaron medidas de austeridad económica. Sin embargo, el precio del petróleo se había disparado desde menos de 20 dólares el barril en 1971 a más de 120 en 1982 y no bajó hasta 1986. Esto agravó la situación de la balanza de pagos, el peso se devaluó frente al dólar, cayendo al 2.7 por uno y poco después al 3 por 1. La inflación era galopante y el disgusto de la población estalló en una poblada el 23 de abril 1984, lunes que siguió a la Semana Santa de ese año. Se asaltaron tiendas y colmados y las barricadas interrumpieron el tránsito en la parte alta de la capital. Se necesitó la intervención del Ejército para poder controlar la situación; hubo numerosos muertos y heridos.

Después de este desastre, la economía comenzó a estabilizarse como teorizaban los Chicago Boys, a pesar de que en 1985, los Estados Unidos redujo la cuota del azúcar nuestro en su mercado preferencial, con medidas proteccionistas para sus productores.

A decir verdad, aunque en este gobierno la corrupción fue mayor que en el anterior, Jorge Blanco construyó las presas de Tavera y Hatillo, estableció PROMESE para dispensar medicamentos baratos a la población que asistía a los hospitales públicos, amplió la autopista Duarte y construyó multifamiliares para familias pobres, entre otras obras de bien social, pero la mancha de esa poblada, es lo que impacta cuando se revisa este período de la historia dominicana. La muerte del cambista  Héctor Méndez en 1985, que quedó sin esclarecer, es otro borrón en la gestión del doctor Jorge Blanco.

Pero a pesar de estos hechos negativos, la memoria de esta gestión hubiera sido mejor, si Jorge Blanco no comete el error de no apoyar la candidatura de su partido y permitir que la victoria en las elecciones de 1986, se la llevara el doctor Joaquín Balaguer, con un margen de 1.8% de los votos emitidos, dejándose de contar una cantidad de votos mayor que la diferencia entre los dos candidatos, que fue de 33,798 a nivel nacional.

Tan pronto tomó el poder, el doctor Balaguer procedió a destruir políticamente a Jorge Blanco, iniciándole un humillante proceso por corrupción, en el que llevaba la voz cantante el doctor Vincho Castillo, acusándole de compras sobrevaluadas para las Fuerzas Armadas. El expresidente fue condenado en 1988, a 20 años de prisión y el pago de 103 millones de pesos. En un par de meses se le permitió permanecer bajo arresto domiciliario.

Posteriormente, en 1991, cuando ya Jorge Blanco había sido políticamente liquidado, la Suprema Corte de Justicia anuló la sentencia, diciendo que a los acusados no se les había permitido defenderse durante el proceso que los condenó.

Jorge Blanco murió tranquilamente en su casa, en diciembre 1996, a la edad de 84 años. 

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La Cuarta República: Los 10 años de Balaguer

hoy.com.do
8 de junio, 2013

El Joaquín Balaguer que llegó a la presidencia de la República en 1986 había cambiado en algunos aspectos, luego de ocho años fuera del poder. Estaba casi totalmente ciego; no tenía sobre si la presión de los grupos militares de otrora y estaba al tanto de los manejos electoralistas que le facilitaron su retorno. Se mantenía lúcido y más aficionado al poder autoritario que nunca. En esta ocasión, la vida institucional y las libertades públicas no sufrieron deterioro, pero en la etapa anterior no se alteraron las premisas constitucionales de la “Pax Balaguerista”.

Balaguer reinició con nuevos bríos su conocida política de impulsar las construcciones, algunas de ellas criticadas por innecesarias, esta vez sin importar el endeudamiento externo; en desmedro de programas sociales vitales como la salud, la educación y el desarrollo rural. Los servicios públicos como la energía y el transporte sufrieron grave deterioro.

En mayo del 1990, fruto de un PRD fraccionado por la salida de Majluta, quien formó el Partido Revolucionario Independiente (PRI), afectado por el enjuiciamiento de Salvador Jorge Blanco por supuestos actos de corrupción y los avances del PLD, Balaguer obtuvo una frágil victoria sobre Bosch, gracias a su alianza con otros partidos menores; en una jornada en que se denunciaron fraudes del partido oficial.

Desde 1990 el país vivió un proceso caracterizado por fuertes convulsiones sociales y políticas debidas a la falta de legitimidad del régimen,  y al deterioro económico y social, que impulsaron al gobierno a realizar reformas económicas importantes de carácter liberal; así como a la aprobación de una nueva Ley Electoral y a la cedulación de toda la población; pero la JCE designada por la mayoría gubernamental estableció un formato de cédula que facilitó su adulteración y permitió que decenas de miles de perredeístas fueran sacados del padrón electoral. Con lo cual Balaguer ganaría por estrecho margen a Peña Gómez en el 1994.

El repudio nacional  e internacional  de los fraudes, que el PRD pudo demostrar, obligaron a Balaguer a aceptar la reducción de su nuevo mandato a dos años y a que se consignara en una reforma constitucional la prohibición de la reelección en períodos consecutivos; la separación en dos años de las elecciones presidenciales de las congresionales y municipales, pero se añadió como requisito para la Presidencia el obtener más del 50% de los  votos, o que  hubiera una segunda vuelta entre los candidatos más votados para tratar de evitar el triunfo electoral de Peña Gómez.  

También pasó la designación de los jueces a la Suprema Corte de Justicia a ser elegida por un Consejo de la Magistratura, y facultó a los dominicanos para tener doble nacionalidad.



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Pacto por la Democracia puso fin a la crisis del 1994 y facilitó la emergencia de nuevos líderes
    La firma del Pacto se llevó a cabo en el Palacio Nacional el 10 de agosto
Eli Heiliger
Diario Libre

A un cuarto de siglo de la firma del Pacto por la Democracia que puso fin a la crisis post electoral originada en el fraude contra el Partido Revolucionario Dominicano y su candidato presidencial, José Francisco Peña Gómez, en las elecciones del16 de mayo de 1994 y que mantuvo al país al borde de una gran crisis política, se dio paso a una nueva generación de líderes políticos y se establecieron avances institucionales como la no reelección presidencial.
Los resultados oficiales del proceso electoral atribuían al candidato presidencial del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) una victoria con apenas 20 mil votos por encima de su contendor más cercano, Peña Gómez, quien alegó que en su contra se cometió un “fraude colosal”, ya que a su entender se afectaron los votos de 45 mil electores.

Los fraudes e irregularidades fueron detectados por la llamada Comisión de Verificación, designada para investigar la denuncia. Fue presidida por Julio Brea Franco, entonces director de Elecciones; Rafael Toribio, rector del Instituto Tecnológico de Santo Domingo y Francisco L. García Olivo, subdirector del Registro Electoral, de la Junta Central Electoral.

Las “irregularidades, vicios y anomalías” en las elecciones fueron de tal magnitud que la Junta Electoral del Distrito Nacional, presidida por Octavio Amiama Castro, anuló las votaciones en los niveles Presidencial, Congresional y Municipal el 22 de julio.

El entonces cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez calificó el anuncio de anulación de las elecciones en la capital dominicana como “extraño”. El PRD en el boletín número 17 del 22 de junio, otorgaba 34, 395 votos de ventaja sobre los demás partidos.

La crisis política se prolongó por varios meses y mantuvo al país a borde de una guerra civil. Pese a ello, el doctor Joaquín Balaguer fue proclamado por la Junta Central Electoral como ganador de los comicios el 2 de agosto de 1994 con una ventaja de 20 mil sufragios sobre su contendor más cercado, el Acuerdo de Santo Domingo, una coalición de partidos encabezada por el PRD.

En medio de la crisis una comisión de mediadores, presidida por el embajador de Canadá, John Grahan, quien fungió como jefe de los observadores electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA), e integrada por monseñor Agripino Núñez Collado y otros, tendió un puente de plata para facilitar un acercamiento entre Balaguer y Peña Gómez.
Fruto de la mediación

Como resultado de la mediación de la comisión se produjo un acuerdo entre Balaguer y Peña Gómez, que puso fin a la crisis política. A tal efecto el líder del perredeísmo envió una misiva al candidato reformista en la que decía que “una crisis política es para la sociedad como un dolencia de un enfermo que reclama una operación de emergencia”.

En su carta, de fecha 9 de agosto de 1994, propuso una reforma política para la cual se incluía la convocatoria de la Asamblea Nacional antes del 16 de agosto del 1994 para prohibir la reelección presidencial y congresional consecutivas y la abreviación del próximo periodo de gobierno a un año y la celebración de elecciones en 1995.

Además, la designación de una nueva Junta Central Electoral y la destitución y enjuiciamiento de todos los funcionarios que permitieron la cedulación irregular de miles de ciudadanos y la falsificación del padrón electoral. “Solo procediendo así, estaremos en condiciones de salvaguardar la confianza de los dominicanos en el sistema democrático y evitar que las presentes y futura generaciones se vean precisadas a buscar el poder por vías distintas a las establecidas por la soberanía nacional”, dijo Peña Gómez en la carta.

En dos oportunidades se reunieron Balaguer y Peña Gómez para buscar una salida a la crisis en la Biblioteca Dominicana, ubicada en la calle Doctor Delgado, próxima al Palacio Nacional. El primer encuentro lo celebraron con la mediación de Grahan y Núñez Collado, y el segundo solo con la presencia de ambos líderes.

Producto del avenimiento entre Peña Gómez y Balaguer, este envió al Congreso Nacional un proyecto de convocatoria de la Asamblea Revisora de la Constitución para establecer la reforma política que pusiera fin a la crisis. El proyecto fue consensuado entre el entonces consultor jurídico del Poder Ejecutivo, Pedro Romero Confesor, y los juristas Enmanuel Esquea Guerrero y Milton Ray Guevara, quienes fungieron como representantes de Peña Gómez.

La firma del Pacto se llevó a cabo en el Palacio Nacional las 10:00 de la mañana con la presencia de Joaquín Balaguer, Peña Gómez, monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez, el embajador John Grahan, el secretario general del Partido de la Liberación Dominicana, Lidio Cadet, monseñor Nicolás de Jesús López Rodriguez, quien firmaron el mismo.

La reforma constitucional fue aprobada el 10 de agosto del 1994 con dos modificaciones que no fueron aprobadas en las discusiones del Palacio Nacional como creación de colegios electorales cerrados y la doble vuelta.

Además, la nueva reforma estableció eliminar la pérdida de la nacionalidad dominicana por la adquisición de otra, crear el Consejo Nacional de la Magistratura, reducir la duración del período constitucional que se inicia el 16 de agosto de 1994 para que terminara el 27 de febrero de 1996.

Los frutos

El Pacto por la Democracia abrió paso a una nueva institucionalidad en el país, con la conformación del Consejo Nacional de la Magistratura, que Milton Ray Guevara, actual presidente del Tribunal Constitucional, calificó como una “verdadera novedad en el mundo constitucional dominicano”.

Otro hito que marcó fue el establecimiento de la no reelección, un reclamo de los sectores democráticos que atribuyen a la misma el origen de muchos males políticos el país.
El Pacto por la Democracia facilitó la emergencia de un nuevo liderazgo en el país, propiciando la salida de la escena de Juan Bosch y Balaguer y emergiendo líderes como Leonel Fernández, Danilo Medina, Hipólito Mejía, entre otros.

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Leonel y Balaguer desbandaron a Peña Gómez

Hoy.com.do


Con las elecciones de 1996 finaliza el caudillismo político de Joaquín Balaguer y de Juan Bosch, pero también termina el antagonismo de sus partidos, el PRSC y el PLD, con la conformación de un Frente Patriótico que catapulta a Leonel Fernández y que le “cierra el camino” en una segunda vuelta electoral a José Francisco Peña Gómez, el líder y candidato del Partido Revolucionario Dominicano.

Con las elecciones de 1996 finaliza el caudillismo político de Joaquín Balaguer y de Juan Bosch, pero también termina el antagonismo de sus partidos, el Reformista Social Cristiano (PRSC) y el de la Liberación Dominicana (PLD), con la conformación de un Frente Patriótico que catapulta a Leonel Fernández y que le “cierra el camino” en una segunda vuelta electoral a José Francisco Peña Gómez, candidato del Partido Revolucionario Dominicano.

Esta redefinición del ajedrez político tuvo como antecedente u origen  la crisis electoral de 1994 que, al comprobarse el fraude en contra de Peña Gómez, Balaguer tuvo que acceder a recortar su período y a reformar la Constitución para reforzar el sistema electoral y democrático.

Este cambio en el sistema democrático fue introducido mediante el denominado Pacto por la Democracia, en el que se acuerda la segunda vuelta en las elecciones. Para ganar en primera ronda era necesario obtener el 50% más uno de los votos válidos emitidos.

The New York Times, en fecha 30 de marzo de 1996, tituló un editorial “El último caudillo”, en el que instaba a Balaguer a retirarse definitivamente de la política. Le criticaba su intención de negarse a entregar el poder y el respaldar -tibiamente- al candidato de su partido Jacinto Peynado.
El influyente diario de los Estados Unidos escribió textualmente: “en vez de seguir perturbando y avergonzando a su país debía hacerse a un lado, al tiempo que los votantes se preparan para escoger a su sucesor”.
El 16 de agosto de 1996, Balaguer concluyó tres períodos de Gobierno seguidos 1986-1990, 1990-1994 y 1994-1996. Antes había agotado la llamada Era de los 12 años, de  1966 a 1978.

Elecciones 16 de mayo 1996. El PRD, el PLD y el PRSC celebraron sus primarias internas.  Peña Gómez ganó la candidatura  del PRD y escogió al exdirigente reformista Fernando Álvarez  Bogaert  como su compañero de boleta. Representaban el Acuerdo de Santo Domingo, que integraban el PRI, la UD, el PPC, el PQD, el BIS, el PDI, el PNVC y el  CD.

Peña venía arrastrando problemas de salud desde octubre de 1994, cuando fue intervenido quirúrgicamente en Cleveland, Estados Unidos, de un tumor canceroso en el estómago.

Para  1996, el profesor Bosch tenía  87 años, estaba afectado lentamente de Alzheimer y arteriosclerosis. En una carta, en la que renunciaba  a la presidencia del PLD, Bosch escribe: “a los 85 años el ser humano comienza a perder la memoria y sus facultades intelectuales y en consecuencia, continuar dirigiendo esa organización política equivaldría a traicionarme a mí mismo”.  El PLD escogió a Leonel Fernández como su candidato presidencial y éste a su vez seleccionó a Jaime David Fernández Mirabal como candidato vicepresidencial.

En el PRSC, Balaguer puso en práctica una frase que popularizó “mientras yo respire que nadie aspire”. Peynado, con 55 años, era el vicepresidente de la República. Le ganó la candidatura  en unas primarias a Carlos Morales Troncoso. Peynado escogió como su compañera de boleta a la empresaria Maribel Gassó.

Balaguer no apoyó y ni siquiera votó en la  primera vuelta por  los candidatos de su partido.  Reportes de prensa  de la época indican que cuando a Balaguer  se le preguntó si se iba a integrar a la campaña de su partido  respondió que estaba  “ciego y mudo”. El PRSC participó en la primera vuelta electoral con sus aliados el PLRD y  el PDP.

Otros partidos y candidatos que participaron en esas elecciones fueron el Partido Alianza Social Dominicana (ASD), que  postuló a José Rafael Abinader y a Luis Minier Aliés; Puro Pichardo Fernández y Franklin Domínguez, por el Movimiento de Conciliación Nacional; Rafael Alburquerque y Dalia María Feliz, por el  Partido del Pueblo Dominicano, y Agustín Encarnación Montero y Juan Mateo (Pelón), por el Movimiento Renacentista Nacional.

Por el Partido Revolucionario Independiente (PRI)  iba como candidato su presidente, Jacobo Majluta, pero éste murió de cáncer  el 4 de marzo de 1996, en Miami. Antes de su muerte, Majluta  instruyó a los dirigentes de su partido postular a Peña. El PRI fue un desprendimiento del PRD.
Los candidatos estuvieron lanzados a la calle, saturadas de afiches, banderines, letreros, cruzacalles, consignas, lemas.

Leonel Fernández se promovía como “el Nuevo Camino” y Pena Gómez con el eslogan “Primero la Gente”. La televisión estaba invadida de promesas de campaña. La publicidad del PL era atractiva y original. Publicitaba a Leonel como el candidato joven y moderno, así como un diestro jugador de baloncesto. La oposición lo calificaba de “pollito”, “muchacho”, “inexperto”, “promesa”, “anteproyecto” y “pichón”. En tanto, Leonel calificaba a sus adversarios de “fósiles”. En un mitin peledeísta se exhibió a un león con un mono en la boca, simulando que Leonel se comía a Peña Gómez.

El 20 de marzo de 1996, Leonel se reunió con Balaguer por 40 minutos. Nunca reveló lo conversado, solo dijo que Balaguer le expresó “dejemos las cosas así”.

Para el 1996 había crecido en Balaguer el sentimiento  antiperredeísta  y antipeñagomista. Junto a Vincho Castillo y el PLD desarrolló una campaña aguerrida en contra del líder del PRD. Cuestionaban su nacionalidad, lo acusaban de  tener origen haitiano y de estar vinculado al narcotráfico. Esa campaña fue calificada por  el propio Peña Gómez de sucia y racista.

El comando de campaña del PRD, como ofensiva,  publicó en espacio pagado bajo el título: “A todos los morenos y morenas del país”, en el que llamaba  a los electores a la reflexión  sobre los supuestos “atropellos, calumnias, insultos y vejaciones que sufría en carne propia Peña Gómez”.

Hubo enfrentamientos frecuentes  entre dirigentes del PRD y del PLD. Se reportaron varias muertes y heridos. La Iglesia  Católica promovió la firma de un pacto por el respeto a la Constitución y por la gobernabilidad.

Durante la campaña de 1996 ocurrieron acontecimientos que  estremecieron a la sociedad dominicana, siendo el más impactante el cruel asesinato del niño de 11 años de edad  José  Rafael Llenas Aybar,  por parte de su primo  Mario José Redondo Llenas y su amigo Juan Manuel Moliné Rodríguez, hoy presos en Najayo.

Además, en esa época tuvo mucha connotación en la prensa  el caso de  un dominicano pedido en extradición por los Estados Unidos. También se divulgaba una huelga de médicos, que duró varios meses, en reclamo de mejora salarial.

Las elecciones del 16 de mayo  transcurrieron normales y los electores estrenaron los 9,956 colegios electorales. Se registraron en el padrón  3 millones 750 mil 502 personas. 

En la primera vuelta ninguno de los candidatos alcanzó el 50 más uno de los votos. El Acuerdo de Santo Domingo obtuvo  1 millón 270 mil votos (47%); el PLD y aliados alcanzaron 1 millón 076 mil 872 sufragios para un 38% y el PRSC  y aliados  420 mil 560 votos para un 14.9%. La abstención en la primera vuelta llegó a 20.16 por ciento.

30 de junio de 1996. Para la segunda vuelta electoral  fueron aliados informalmente PRSC-PLD en contra del PRD y Peña Gómez, con la firma del Frente Patriótico, el cual fue concretado en un acto público, en el Palacio de los Deportes. Fue el escenario donde por primera vez se congraciaron los octogenarios líderes Balaguer y Bosch a favor de la candidatura de Leonel. Ese acto fue el punto de partida para el relevo del liderazgo tradicional dominicano.
Balaguer justificó en ese acto el Frente Patriótico con la siguiente frase: 

“Para que la Presidencia no caiga en manos que no sean verdaderamente dominicanas” y proclamó que el camino malo estaba cerrado, refiriéndose a Peña Gómez.

Nueva vez el periódico The New York Times, en su editorial del 13 de junio de 1996,  acusó a Balaguer de racista.  Expresó que Balaguer, con 89 años y virtualmente ciego ha formado un pacto (Frente Patriótico) con su por largo tiempo archirival para prevenir la victoria de Peña Gómez. Para el diario, ese pacto era la última diablura de Balaguer  compatible con sus 60 años de vida pública. Le criticó su servicio a la dictadura  de Trujillo “ganando favores en Washington, hacía golpes, promovió golpes, intimidó oponentes, manipuló  y compró votos de adversarios”.

Dice que tanto Peña como  Fernández, de 59 y 43 años respectivamente, tenían  sólidas credenciales, y que Fernández era considerado moderado, hablaba para los grupos de la clase media dominicana; 

mientras, Peña tenía obvios sentimientos populistas.  El editorial termina diciendo: “es una lástima que las maquinaciones de dos amargados octogenarios puedan traer nuevos sentimientos y enfrentamientos”.

Balaguer dijo que ese editorial no le merecía ningún comentario, en tanto Vincho Castillo lo condenó, por entender que vertía calificativos infamantes y desconsiderados contra Balaguer y  Bosch.

Para Peña Gómez, el Frente Patriótico era  una cruel injusticia y una maniobra para impedirle llegar al poder.  Álvarez Bogaert lo calificó de diabólico.

Balaguer llamó a votar por Leonel. El PLD ganó la Presidencia al  obtener un millón 466,382 votos, contra un millón 394,641 sufragios del PRD.  Hubo 1,045 votos observados y 18,829 votos nulos.

Leonel gobernó el país  de 1996-2000 y luego por dos períodos consecutivos 2004-2008 y 2008-2012.

Ha quedado  como  el líder y presidente del PLD. Sus amores con el PRSC han continuado.

Recientemente,  ambos partidos pactaron formalmente una alianza electoral  con miras a las elecciones del próximo 20 de mayo.
Propuestas de los candidatos de 1996

 Los programas de Gobierno de los tres principales partidos políticos tenían muchas similitudes. El PRD con su eslogan “Primero la gente”, prometía  ocuparse  de la persona como eje del desarrollo, “el crecimiento económico con equidad y justicia social”. En el proyecto nacional: el Gobierno compartido, con la participación activa de la sociedad civil y la democratización y modernización del Estado.

En cambio, el PLD tenía como propuesta básica  “Servir al partido para servir al pueblo”, con la intención de ocuparse del desarrollo democrático, sustentable y socialmente justo, la humanización del proceso de creación y distribución de riquezas. El proyecto nacional: la transformación integral del país y una amplia reforma política participativa y consensual. El PRSC tenía como propuesta “Dominicanos al 2000” empeñado en el desarrollo humano, la mejor distribución de la riqueza, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

La JCE del 1996

La madrugada del 27 de octubre de 1994, el Senado  escogió a  la JCE  que organizó las elecciones de 1996. Esa JCE, calificada de  “inmanejable e incorruptible”, la presidió  César Estrella Sadhalá y la  integraban  Rafael Vallejo  Santelises, Juan Sully Bonelly, Aura Celeste Fernández y Luis Mora.

Jorge Subero Isa, suplente del presidente y los suplentes  Francisco Díaz Morales, Luis Arias, Margarita Gil y Rafael Cáceres Rodríguez.





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